Un día, el tío Lino se enfermó de cáncer, y poco a poco esta maldita enfermedad, lo fue minando día a día. Su bello rostro, su alegría y su buen humor se iban apagando, y cada día se ponía más demacrado, sufría grandes dolores y comía menos. Había que inyectarle morfina para calmar sus dolores producidos por el cáncer gástrico.
Mi padre, todos los días lo visitaba y volvía sujetándose el estómago del dolor al ver a su hermano sufriendo así. Mi padre también tenía úlceras, y sufría de una gran acidez, porque ¡jamás dejó el cigarro! Todo este sufrimiento tornó a mi padre muy triste y deprimido.
Un día, llegando del Colegio, toco el timbre y nadie viene a abrirme. Después de varias llamadas apareció María llorosa, y me extrañó que estuvieran los muebles del living en el pasillo.
¿Qué te pasa María?le pregunté, ¿Por qué estas llorando y los muebles del living tirados ahí? María no respondió nada.
Entré a la casa, miro el living, y me encuentro con la tremenda impresión “Un muerto en la casa”. Estaba el ataúd sobre unos palos gruesos y una alfombra que no conocía. En el ataúd estaba mi tío Lino. Me apreté contra María, temblando como hoja, y blanca como papel. Al mismo tiempo que María lloraba silenciosamente, me dijo: “No le vaya a decir a ningún primo, los van a mandar al campo unos días, ¿me prometes?”.
“Lo prometo” respondí.
Y así fue, a todos los niños nos mandaron al campo, y yo con el secreto guardado a mis primos y hermanos. Confieso que ésta fue la impresión más fuerte que había tenido en mi corta vida. Era la segunda muerte que enfrentaba en mi niñez; primero la de Jorgito en Gorbea, y ahora mi tío Lino.
Mi tía lloró inconsolablemente la muerte de su esposo, ella lo amaba intensamente, y jamás se volvió a casar. Él fue el amor de su vida, y siempre lo estaba recordando año tras año. La escuchábamos hablar de sus anécdotas, sus gracias, su inteligencia y lo buen mozo que era, como lo quería. En fin, yo recordaré siempre, todo su amor, el regalo de su presencia, su alegría y su generosidad. Por eso hoy dejo esta pequeña muestra de agradecimiento escribiendo estas páginas para mi tío Lino, a quien nunca olvidaré. Tío Lino, que estás en el Cielo y me escuchas ¿verdad? Mira que aquí en la tierra hay muchas cosas que puedes venir a componer.
TU SOBRINA, MARIA ANTONIETA (LA TOÑI)
querida prima: ma alegro que escribas tus recuerdos y que al mismo tiempo te4 sirvan de terapia, yo no me recuerdo de esas vivencias, pero si del barrio y algo de Silvia, sigue adelante, me gusto mucho y me entretuve, cariños,Mariluz, chaoooooo
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