1945, edad 5 años
Yo, a veces estaba muy triste, porque extrañaba a mi mamá y a mi papá. ¿Dónde estaba mi mamá durante toda esta etapa de mi infancia? Yo no la recuerdo; es como si todo ese tiempo hubiera estado sola. Mi hermana se iba a su kinder, mi hermano no estaba en la casa; tampoco recuerdo haber conversado con papá, o que alguno de ellos me tomara en cuenta. ¿Por qué los paseos a la carnicería de mi madre eran tan tristes?, ¿y por qué siempre andaba de negro?, me preguntaba; ¿cómo los paseos de la señora Sara eran tan alegres y risueños?
Más tarde supe que ella guardó luto toda la vida por mi tío Antonio Pantoja, que era médico, y murió en forma heroica en Lota, dando la vida por los mineros. Hubo una epidemia de neumonía y él murió atendiéndolos a ellos; ese tío era el gran ídolo de mi mamá.
Volviendo a lo de mi tristeza, ésta duraba poco, porque cuando me veía así, mi hermana me llevaba a su kinder. Allá yo era la “mascota” del curso, y las profesoras me recibían con mucho cariño.
El Montessori donde iba mi hermana era dirigido por una gran maestra… que trajo por primera vez a Chile este sistema de enseñanza; muy enriquecedor para los niños porque les brindaba alegría al aprender, y libertad. Allí ningún niño estaba triste, y todas las profesoras eran muy cariñosas y acogedoras. Siempre había un ambiente festivo, y los niños disfrutaban aprendiendo. Había un sistema entretenido de enseñanza; para aprender a sumar y a restar, con pelotitas. Había un columpio, muchas fiestas de disfraces, mucha alegría, muchos juegos, cuentos, títeres, lápices de colores, tijeras, dibujos lindos en los muros, canciones, bailes.
Era un colegio altamente motivador.
Yo era muy pequeña todavía para ir al Montessori, pero nadie decía nada si mi hermana me llevaba; pasaba en brazos de sus compañeras, me prestaban toda clase de útiles para entretenerme: lápices, cuentos, juegos, rompecabezas. Podía escribir en la pizarra con tiza de colores ¡Era lindo!
Yo estaba feliz de estar con mi hermana, y me sentía dichosa en ese lugar. Lo recuerdo hasta el día de hoy. Ese colegio era mi salvación para esos días tan infelices en que yo me sentía sola, en una casa silenciosa, donde mi mamá y mi papá eran los grandes ausentes. Sobre todo, mi mamá ¿Dónde estaba fuera de casa, si no trabajaba? Yo sólo recuerdo, en esos días, la conversación de mi nana en la cocina; pero después ella tenía que hacer sus cosas y yo me quedaba sola. Ni siquiera recuerdo que mi mamá me regalara un juguete. No tenía ninguna relación afectiva con ellos.
A veces, cuando estaba muy triste, lloraba sola, por los rincones, donde nadie me viera; y si me llamaban, no respondía.
Me quedaba largo rato sola, escondida en algún lugar donde no me encontraran, y allí esperaba hasta que llegara mi hermana del colegio. Me llevaba unas nueces y me las comía a escondidas; veía algún cuento o dibujaba en un block que tenía. Llevaba mi gatito y aquí tenía mi refugio, hasta que volviera mi hermana.
A mí me daba miedo esa casa silenciosa y sola. Me ponía a recordar cosas tristes, como a mi primo Jorgito, que nunca más volvió, y echaba de menos tener una amiga.
Yo vivía muy encerrada y sin amigas, tampoco podía salir a la calle sola: era muy chica.
Me ponía, en la ventana redonda de la escalera, a mirar pasar a la gente. Veía pasar perros, niños, vendedores, carretones, micros, escolares, niños en bicicleta o en patines, niñas con muñecas o amigas que jugaban al luche o con cochecitos de muñeca. Así me entretenía un poco…pero echaba tanto de menos a Jorgito, al tío Carlos Basaletti, a la señora Sara, al colegio de mi hermana y a mi hermana. Porque mi mamá siempre cerraba su puerta con llave y mandaba a la nana que me diera la comida, me peinara, me vistiera, ¿estaría enferma, mi madre? Yo no lo sabía.
Aunque tangencialmente este relato da unas primeras luces del peso enorme que tienen los estados y actitudes de sus padres sobre Antonieta. Al igual que sobre ella, en todas las personas influye enormemente el ambiente que las rodea, en especial los estados emocionales de quienes son significativos para nosotros. Es muy importante descartar la idea de que los niños pueden no darse cuenta de los conflictos o penas de quienes les cuidan. A lo mejor pueden no tener la madurez necesaria para explicarse o darle nombre a las vivencias, pero sin dudas les influye y moldea. Yo suelo imaginar los afectos de la madre y los cuidadores como una tinta que se expande sobre el mundo del niño o la niña dándole un cierto tono particular. Como vemos en el caso de Antonieta, dicho aire era de melancolía y vacío.
ResponderEliminar