domingo, 30 de mayo de 2010

Agradecimientos!

Gracias por el estímulo de leer mis capítulos!!

Lo que mueve a escribir es conseguir que los lectores se alegren, se rían, y les sea provechosa esta historia de mi vida que siempre anhele compartir. Además me hace mucha ilusión que las opiniones de mis psicólogos puedan servir a gente que no tenga acceso o no se atreva comenzar una terapia. Siempre quise ser útil a otras personas y que el relato de mi vida sirva a quienes han vivido cosas similares, me hace sentir una dicha enorme, cumpliendo con la necesidad de compartir mis experiencias que hasta hace poco y por casi 70 años solo compartí con mi diario.

Plan de Publicaciones

Les contamos que estamos muy contentos de la recepción y acogida que ha tenido nuestro blog. Agradecemos de todo corazón el respeto con el que abordan estos temas que son tan serios y para nosotros merecen tanto cuidado y amor por tratarse de la vida de una persona. Les contamos que para fines de fluidez, decidimos comenzar a actualizar el blog todos los viernes, de modo que quienes nos leen y siguen las historias sepan que el viernes encontrarán información nueva y respuesta a los comentarios. Nuevamente les invitamos, además, a contactarnos directamente a nuestro correo electrónico coterapia@gmail.com
Muchas Gracias y Seguiremos Atentos a sus Requerimientos!

viernes, 28 de mayo de 2010

CAPITULO 21: “El Impacto del Cambio de Colegio”; El Exámen de Admisión.

1950, 10 Años

   Cuando cumplí 10 años, mis padres decidieron cambiarme de Colegio, para que fuésemos juntas con mi hermana.
   Era un Colegio de Monjas “La Buena Enseñanza” o “Compañía de María”, como fue conocido mas tarde. Quedaba en Providencia con Plaza Italia. Yo no sabía nada de Monjas ni de religión. Las gringas no enseñaban nada de eso. Yo no quería por nada del mundo cambiarme de mi “Colegio San Gabriel”, donde era tan feliz. Amaba mi Colegio, mis profesoras, mi amiga Silvia.

   Todo me encantaba, las clases de música de Miss Flory con acordeón, el inglés, el Estadio, mis amigos. La alegría, la libertad, el valor que una tenía como persona, los cursos chicos de 15 niños en una casa acogedora, que solo tenía 3 salas: kínder, 1º y 2º. Por eso tuve que repetir 2º, porque todavía no existía el 3º básico.

   Pero, no dije nada a mis padres, ni la menor queja, ellos decidían esas cosas y no había nada que hacer.

   El primer día que yo entré a ese Colegio, fue para hacerme un “Examen de admisión” y ver en qué nivel de conocimiento estaba.  Yo iba tomada de la mano de mi mamá. Nos hicieron entrar a un salón gigantesco, con un techo muy alto.

   Tenía un enorme cuadro al centro.

   Yo me quedé mirando y pregunté a mi mamá: “¿Quién es?”.

   “Cállate tonta”, respondió ella.

  “No ves que este es un Colegio de Monjas, no muestres ignorancia, no hagas preguntas tontas.
   Ese es el “Buen Pastor”, es Cristo, que lleva en sus hombros a una oveja perdida. No preguntes estupideces, sino capaz que no te dejen. Grábatelo bien, me dijo pellizcando mi codo, se llama “El Buen Pastor”.

   Yo me quedé quieta, mirando a mí alrededor. Había otros cuadros más, unos enormes sillones de terciopelo, una enorme alfombra roja, una mesa al centro, que hacía juego con los sillones, que eran, medio amarillo oro. La mesa central tenía también unos adornos dorados, igual que los sillones. Arriba, una inmensa lámpara de centro, de la cual colgaban muchos cristales.

   “¿Qué son esos cristales?” pregunté a mi mamá.

   “Es una lámpara de lágrimas y ya quédate callada, porque estoy preocupada, si te van a dejar o no”

   Había transcurrido, para mí, un largo tiempo de espera por la Monja que tomaba el “Examen”

            Mi mamá estaba muy tensa y ansiosa.

   Yo no hacía más que mirar todo, con gran asombro. Era una habitación obscura y como incómoda. Luego, llamaron mi atención unas ventanas de vidrios de colores, que parecían rompecabezas, representaban figuras: una copa, una oveja, un señor, una señora, una azucena, una paloma como con el sol.

   Le pregunté a mi mamá, “¿Qué son esos vidrios de colores como de cristales, que tienen dibujos?”

   “Te dije que no hicieras más preguntas, cabra de porquería” dijo.  “Esos, no son vidrios, sino vitreau

   Al fin apareció la Monja que venía con unos papeles largos en la mano, yo nunca había visto hojas tan grandes, nosotras en mi colegio solo usábamos cuadernos chicos y ahí, hacíamos los exámenes”

   Me quedé observando a la Monja, toda vestida de negro, con falda hasta el suelo, con un velo negro en su cabeza y algo blanco que tapaba su frente, y cuello que le llegaba hasta el pecho. Tenía un inmenso Crucifijo colgando y unas pelotitas agarradas de un cordel largo, que también terminaba en un crucifijo más chico, que le colgaba de la cintura. Las mangas eran largas y negras, del vestido. Tenía una cara seria, ni pariente a mis misses.

   Saludó y luego hizo salir a mi mamá a otra sala.

   “¿Postula a 3º?, preguntó a mi mamá. “¿No?”.

   Ella se acercó a una mesa y me hizo sentarme en una silla, muy alta. Me pasó una de las hojas largas, que arriba decía: “Castellano”. Y me dijo: “Tienes que contestar estas preguntas”.

   Yo leí las preguntas y no entendí palabra.

   Preguntaba sobre unas palabras agudas, graves, etc. Que a mí nunca me habían enseñado en mi Colegio. Luego me pasó un trozo de una narración escrita con unas preguntas acerca de la narración. 
 
   Yo leí y respondí rápidamente y le devolví la hoja.

   La monja tomó la hoja y exclamó: “¿Qué es esto?”, “¿Por qué respondiste en inglés?”

   “Porque yo estaba en un Colegio Inglés y todo me lo enseñaron en inglés, en castellano, me demoro mucho en contestar”. Dije.

   La monja se llevó la mano a la cara, pensó y me dijo: ¿Entonces todas las materias las vas a responder en Inglés, incluso matemática?”

   “Si, respondí, todas las clases eran en Inglés.”

   Entonces ella me dijo: “Espera un poquito”. No me pasó ninguna otra hoja más y salió.
   Al rato volvió con otra monja, me saludó amablemente y me pasó otra hoja, que arriba decía “III básico, Matemática”
   La respondí, con la misma velocidad que la primera y se la entregué. Ella leyó la hoja y comentó con la otra Monja “Los resultados son correctos, pero ella hace las operaciones de otra forma”.


   Luego comentó: “¡Para qué le pasamos la de Inglés!”
   Luego me hizo leer y escribir. Me puse nerviosa, porque yo solo en la casa conversaba en castellano pero leía y escribía solo en inglés. En el Colegio no nos permitían, ni siquiera para ir al baño, hablar en castellano, si no sabias pedir permiso en ingles, “te hacías” no más.
   Traté de explicar esto, en pocas palabras a las Monjas.

   Mi lectura y escritura en castellano eran “pésimas”.

   Ellas comentaban “Lee como una niña de 1º básico”. Se volvieron a cuchuchear entre ellas.
   Luego una me dijo: “A ver, lee esta misma lectura en Inglés y después la escribes”.
   Comencé a traducir primero, termine rápidamente. Lo leyó la monja.
   Luego lo leí en inglés, más rápidamente.

   Despuès llamaron a una 3º Monja, que era la que mandaba el Colegio, conversaron con ella, le explicaron el problema. Ella leyó mis exámenes y dijo:



   “Sabes, te vamos a dejar en IV básico, te vas a saltar el 3º, porque tú ya sabes esas materias, pero, antes vamos a llamar a tu mamá”.
   Vino mi mamá y la monja, que la llamaban “Madre Superiora”.
   Le dijo: “Mire, señora, su hija es muy inteligente, la dejaremos”.

   La superiora, pareció adivinar el desconcierto tanto de mi madre como mío. Ella captó nuestra intriga, sonrió y dirigiéndose a mi mamá le dijo:

   “No se preocupe señora, su hija no tiene ningún problema, solo que en el anterior Colegio le enseñaron puro Inglés y nada de Castellano.
   Por eso, hay que nivelarla, ella es muy rápida para captar y se encuentra en todo lo demás apta para 4º básico, no queremos retrasarla”.
   “Ya verá, que la Madre Sotomayor, muy pronto, la sacará adelante”.
   “Ni tendrá nada extra que pagar, Madre Sotomayor se ha ofrecido a ayudarla”.
   “Quédese tranquila”.



   Puede matricularla en 4º básico. Y dirigiéndose a mí, me dijo: “Vas a tener que estudiar mucho;” la Madre Sotomayor es muy estricta” dijo riendo. Luego me acarició la barbilla.



   “De todas maneras dominas el Inglés a la perfección, te felicito”.



   “El Inglés es necesario para muchas cosas”.

   Y se retiraron todas, luego de despedirse.

   Mi mamá quedó muy contenta y me dijo:
   “Aquí, sí vas a tener que estudiar mucho, este es el mejor Colegio de Santiago. Yo también me eduqué con monjas; en las “Monjas Alemanas”.

   “Yo no sabía si estar triste o alegre. Pero estaba contenta de ver a mi mamá tan feliz”

miércoles, 26 de mayo de 2010

Comentario de cierre de los Capítulos de Infancia. Por Ps.Fabiola Soriano y Ps. Miguel Socías.

En estos primeros veinte capítulos, María Antonieta nos abre la puerta a descubrir su infancia; todas sus aventuras, sus alegrías, tristezas, las incertidumbres y los miedos de niña. Podemos observar que ya desde pequeña posee un carácter y una manera particular de vivenciar su entorno.
Las personas si bien traemos una herencia genética, tenemos una manera especial de situarnos en el mundo y de vivir en él, de sentir, pensar y actuar. En familias con más de un hijo podemos ver que no obstante los niños reciben la misma educación y valores de sus padres, su manera de actuar en la vida puede ser muy diferente.
Los niños y niñas tienen un complejo mundo interno, en los relatos de Antonieta podemos apreciar cómo guarda en su memoria (que no está sólo en la cabeza sino en todo el cuerpo) el registro cognitivo y afectivo desde etapas muy tempranas, de ahí la importancia del cotidiano, del día a día, porque a diferencia quizás de lo que se piensa en cuanto a que los grandes momentos hacen la diferencia en la vida, son los días comunes, esos que pasan y pasan con las personas que componen nuestro mundo, los que son decisivos. Porque de las personas que componen nuestro mundo aprendemos o no aprendemos a reconocernos, a conocer a los demás, aprendemos o no a identificar y expresar emociones, aprendemos o no aprendemos hábitos y rutinas.
Un día quizás común para un adulto, puede ser el día que marcó una diferencia significativa en un niño, piénselo un momento, quizás un recuerdo suyo que tiene un valor para usted fue un día en que estaba en la cocina con su abuelita y esta le dijo algo bonito, o estaba con su padre y él lo felicitó, o su mamá en un momento le dijo que lo quería, quizás en el colegio alguien le hizo una burla y usted lo creyó hasta el día de hoy...
Cuando nos encontremos con un niño, tengamos en consideración que el modo en que lo tratemos puede marcar una diferencia crucial en su vida.
Ahora, le invitamos a continuar leyendo

miércoles, 19 de mayo de 2010

Capitulo 20: “La Turca”; una dolorosa experiencia.


Año: 1949, edad: 9 años

   Sucedió que cuando estaba en 2° básico en el San Gabriel, teníamos una compañera Turca, que siempre andaba detrás de mí, queriendo hacerse amiga, porque nadie en el curso se juntaba con ella. Unas decían que hablaba raro, que tenìa olor a ajo, o que era ronca y hedionda.
   En los juegos nadie quería ser pareja de ella. Yo veía que la pobre andaba sola, sin ninguna amiga y me dio pena. Comencé a hablarle, a jugar con ella, a veces porque me daba lástima.
   Un buen día ella me invitó a su casa a tomar once, yo tenía un poco de temor, porque no conocía a sus padres y vivía en otro barrio. Yo jamás había visto un turco y se me imaginaba que me podían hacer algo. Lo pensé muchas veces antes de aceptar su invitación, pero ante tanta insistencia, no fui capaz de decir “NO”, no quise ofenderla. Al fin aceptè su invitación, pero con mucho recelo.
   Ella vivía en un cité, era una casa pobre en un 2° piso, en el conventillo los niños jugaban a la pelota, todos cochinos y nos pasaron a llevar, por poco me botan de un pelotazo en la cabeza. Mi amiga los insultó con un rosario de garabatos. Todas las casas eran iguales, de 2 pisos y muy chicas, en los balcones había ropa tendida colgando, las mujeres hablaban a todo grito, de un balcón a otro y en forma ordinaria. Muchas de ellas hablaban otro idioma, después me di cuenta que era el mismo que hablaban los padres de mi amiga, o sea, en ese conventillo parecía haber muchos turcos. Había muchos perros y gatos.


   La casa de mi compañera tenía olor desagradable, como a comida, a ajo, a encierro y a polvo.
   Además el living tenía una ventanilla chica, por donde no entraba el sol, haciendo el ambiente muy sombrío y frío.

   Me hizo sentarme en el sillón del living-comedor, que estaba sucio, mal olor, roto y lleno de pelos de gato. Yo miré el sillón y no me quise sentar en él, me senté en una silla del comedor y comencé a mirar a mi alrededor y me di cuenta, que no había ningún cuadro, ningún adorno, solo ceniceros llenos de colillas de cigarro, que ponían mas hediondo el ambiente. Me sentí incòmoda, asustada. Mi amiga había ido a buscar su muñeca para mostrármela.

   De repente sentí unos gritos de hombre y otros de mujer, que venían de la cocina, que hablaban en turco y peleaban a grito pelado en la cocina y se decían garabatos, eran sus padres.

   Mi amiga cuando los escuchò pelear fue a la cocina y seguramente les dijo que estaba yo en el living, porque enseguida se callaron y la mamá me vino a saludar.

   Al papá lo ví pasar de la cocina hacia adentro sin camisa. Mi susto iba creciendo, yo jamás había oído pelear a mis padres a gritos. Pero mi compañera no le dio tanta importancia. De pronto entro la mamá al living, que estábamos viendo su muñeca, y le grito a mi compañera:

“¡Oye Jazmín, esta es la compañera que invitaste  a tomar once, así  es que ven a ayudar en la cocina!”.

   Jazmín, que estaba muy orgullosa de mi visita le grito: “Oye mamá, Antonieta es la mejor alumna del curso”.
   ¡Qué bueno! Gritò ella desde la cocina, “entonces sería bueno que te ayudara, porque tenís puras malas notas”.
   “Ven a ayudar, tu tenís que atender a tu amiga”.

   Jazmín, se fue a la cocina y yo me sentía terriblemente mal ahí, me quede sola, en el living, y  escuchaba que hablaban en turco.
Yo sentí ganas de arrancar de ahí, pero ¿Qué podía hacer?

   Luego apareció el papá al living y me puso su manota en mi cabeza, agitándomela, dijo: “Así es que tu eres compañera de Jazmín” “¿Y cómo se porta?” dijo, riendo fuerte.
   “La Jazmine tiene malas notas y no entiende nada ese inglés endemoniado”
   “No es tan fácil, dije, poco a poco lo va aprender”


   Nos sentamos a la mesa y solo había un pan grande, que yo nunca había visto en mi casa, que era como grasiento y solo había para echarle al pan una cosa blanca, que mi nana usaba para freír en mi casa, pero nunca se usaba para comerla con el pan.
   Ellos le echaban abundantemente al pan de esa cosa blanca, que mi nana me dijo que era “Manteca”
   Yo lo encontré vomitivo. Sentí un fuerte dolor de estómago, me palpitaba el corazón, sentí un miedo pánico, que me hicieran comer eso.
   “Come, come” Me decía la mamá.


   Entonces, yo sentí que empezaba a transpirar de terror, un vacío en el estómago y pensé rápidamente.
   ¿Qué hago?

   Y cuando la mamá me pasó la manteca, para echarle al pan, me paré bruscamente y pregunté, donde estaba el baño.
  “Esa puerta” dijo Jazmín, señalando una puerta sin pintura y descascarada.
   Me metí rápidamente al baño y busquè una ventana, trepé el muro y me lancè a la calle.
   Pero desgraciadamente, justo abajo del baño había una bicicleta de niño, y yo caí piernas abiertas sobre el fierro de la bicicleta.
   Sentí un dolor tan grande, que yo pensaba que me había partido en dos.
   Menos mal que el segundo piso era bajo, sino me mato.

   Me levanté, tratè de correr, pero no pude del dolor, me puse a caminar lo más rápido que pude, soportando aquel inmenso dolor.
   Quedaba como a 8 cuadras de mi casa, en Bellavista.
   Recuerdo esa caminata hasta el día de hoy, como el dolor y el susto más grande que había vivido hasta ese día, ¡Què dolor!
   Lleguè a duras penas a mi casa, no le conté nada a nadie y me acosté con un guatero, por si se me quitaba el dolor.

   María me llevó de comer, pero yo sentía nauseas y no quise comer, escondida entre las sábanas lloraba y lloraba.
   Nadie se enteró de nada, y cuando venían a verme me hacìa la dormida.
   Ni a mi hermana le conté, soporté el dolor heroicamente. Al día siguiente, apenas podía caminar al colegio.


   Se me acercó la pobre Jazmín a preguntarme, què me había pasado, no le contestè nada. Y no le hablé nunca más.




PD:Este capìtulo yo lo llamo; una dolorosa experiencia, una de las màs intensas de mi infancia, donde yo actuè guiada por el miedo, pavor, que me daba no por "la pobresa" sino por el ambiente desconocido para mì, el lenguaje de los padres; los gritos, insultos, la suciedad de la casa y sobretodo que el padre se presentara sin camisa a la mesa, muchas cosas que yo jamas habia visto. Ademàs mi nana siempre me decia que yo no podia comer manteca porque era veneno. Yo estaba aterrada que nos obligaran a comer eso.




Personalmente siento todavìa un gran dolor y arrepentimiento por mi actitud con mi amiga, ella era inocente y no entendiò nada mi comportamiento. Fue una de las actuaciones màs tristes y vergonzosas para mì.


Pido perdòn a Jazmìn, por mi torpe actuar.

Antonieta

domingo, 16 de mayo de 2010

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sábado, 15 de mayo de 2010

Capitulo: 19 “Mi Tía Lila”



1946 – 1975, edad 6 a 35 años.

   Mi tía era esposa de mi tío Lino, hermano de mi papá. Tenía tres hijos; Cristina - Patricio y Mariluz, de 10, 9 y 7 años, vivían en nuestra cuadra.
   Luego del fallecimiento del tío Lino, mi padre tuvo a esta tía bajo su protección con mis primos y hacia como de padre para ellos.
              Pero, mi tía Lila, merece un capítulo aparte.

  Era descendiente de españoles, buena moza, tez clara, cabello rubio, muy alegre. Muy pituca y a pesar de enviudar muy joven, jamás se quiso volver a casar, para ella, el único amor de su vida, fue el tío Lino, así es que, ella sola, educó a sus hijos. (fig. nº 1)

   Ella era una ardiente defensora de la familia, sobre todo, de sus hijos. Ella los encontraba estupendos, buenos mozos, inteligentes, todo lo relacionado con ella, era súper. (fig. nº 2)

   A Patricio, lo encontraba igual al tío Lino, que era realmente estupendo, a Cristina, la encontraba igual a Elizabeth Taylor (se parecía bastante) y a Mariluz, era regia, linda, etc.
   Hablaba sin parar y siempre exagerando las cosas a tal extremo, que todos sabíamos, que había que creerle la mitad. Era muy romántica y coqueta en sus modales, muy cariñosa.

   Hasta fue al aeropuerto, a ver a Jorge Negrete, que era, su “Ídolo”, pero volvió muy desilusionada, porque este, al ver tantas mujeres locas por él, al bajar del avión, dijo: “¿Qué pasa, aquí no hay ningún hombre, acaso?” (fig. nº 3)

   Salió uno que estaba cerca y respondió: “Si, huevón, aquí tenis uno” y le dio un feroz combo.

   Ella quedó muy decepcionada del ídolo y lo encontró “roto”, y si había algo, que ella detestaba, era a los “Rotos”

   A ella le gustaba la gente “linda”, del barrio alto, caballero, culto, buen mozo, le desagradaba la gente “rara”, como ella llamaba a los artistas, intelectuales, escritores, gente bohemia.
   En su propio edificio, vivía la familia, de Wilfred, (amiga mía) y ella no tenía simpatía por ellos.
   Yo me divertía mucho con ella, su conversación, su buen humor, su risa, sus sueños de grandeza.

   Cualquier persona conocida de ella, no era un cualquiera, era de apellido ilustre, elegante, educado, etc.
   Le encantaban las Radioteatro en radio “minería”, y en ese momento, no se le podía hablar, ni interrumpir, se los tomaba tan a pecho, que hasta lloraba.
   Ella se consideraba una dama y todo el mundo tenía que tratarla con gran deferencia.
   Se vestía con buen gusto, pese que no tenía dinero para comprarse tanta ropa, vestía a sus hijos, a la moda, porque para ella era importante la presencia y la hermosura.
   Así era ella, como una niña, llena de fantasías, aunque pasara estrecheces, decía: “Que no se note pobreza”.

   Las amistades, ni que hablar, eran “La creme de la creme”

   Cada día leía todos los enunciados de los diarios, y revistas en los kioscos y con eso, ya tenía tema de conversación para todo el día. (fig. nº4)

   Siempre alegre, contando sus historias. Era una pituca, de nariz respingada y tenía un gesto con la nariz, que siempre solía hacer, como despreciativo y burlón, tocaba su nariz.

   A mí, me encantaba oírla hablar, porque a ella y a sus hijos, siempre les pasaban cosas buenas, estupendas.
  Pero el sufrimiento de su viudez, su soledad, la escasez económica, sus angustias, penas, ella las guardaba.

   Mi tía Lila siempre nos visitaba, porque mi mamá, rara vez, iba a visitar a alguien.
   Ella quería mucho a mis padres, se sentía protegida por mi papá y ante cualquier problema, corría a pedirle ayuda a mi papá.

    Mi padre fue “tío” y “padre”, a la vez, de mis primos.

   Esta es la tía, que Silvia Goyeneche desafió cuando le pegó a Mariluz, su hija menor. (Capitulo nº 5).

   Esta tía, a pesar de parecer tan despreciativa en apariencia, tenía un corazón “inmenso”.  A mi me enseñó, con su manera de ser, a amar en primer lugar a mis hijos; a defenderlos contra cualquier daño, como una fiera.  Ella luchó toda su vida por sus hijos, contra viento y marea.

  Gracias tía Lila, por tu alegría de vivir, por tu risa, por tu optimismo, que me alentaba a seguir adelante.

  Gracias, por el hotel, que nos buscaste, cuando nos casamos con Jimmy, que ni pensábamos, ir a ningún “Hotel”, pero tú, insististe, que nos teníamos que ir a un hotel y salir de “Luna de miel”, en consecuencia, que siendo estudiantes ambos, solo pensábamos, no tener ningún gasto, (que no se note pobreza, me decías).(fig. nº 5)
 También pediste a tu hija Cristina, su casa para hacernos un cocktail.

        Siempre tú, “Subiéndole el pelo a la vida”


        ¡“Gracias tía querida por ser como fuiste” !

Capitulo:18 “Un Muerto en la Casa, El Tío Lino”

  
   Un día, el tío Lino se enfermó de cáncer, y poco a poco esta maldita enfermedad, lo fue minando día a día. Su bello rostro, su alegría y su buen humor se iban apagando, y cada día se ponía más demacrado, sufría grandes dolores y comía menos. Había que inyectarle morfina para calmar sus dolores producidos por el cáncer gástrico.


   Mi padre, todos los días lo visitaba y volvía sujetándose el estómago del dolor al ver a su hermano sufriendo así. Mi padre también tenía úlceras, y sufría de una gran acidez, porque ¡jamás dejó el cigarro! Todo este sufrimiento tornó a mi padre muy triste y deprimido.


   Un día, llegando del Colegio, toco el timbre y nadie viene a abrirme. Después de varias llamadas apareció María llorosa, y me extrañó que estuvieran los muebles del living en el pasillo.


   ¿Qué te pasa María?le pregunté, ¿Por qué estas llorando y los muebles del living tirados ahí? María no respondió nada.


   Entré a la casa, miro el living, y me encuentro con la tremenda impresión “Un muerto en la casa”. Estaba el ataúd sobre unos palos gruesos y una alfombra que no conocía. En el ataúd estaba mi tío Lino. Me apreté contra María, temblando como hoja, y blanca como papel. Al mismo tiempo que María lloraba silenciosamente, me dijo:
   “No le vaya a decir a ningún primo, los van a mandar al campo unos días, ¿me prometes?”.
   “Lo prometo” respondí.


   Y así fue, a todos los niños nos mandaron al campo, y yo con el secreto guardado a mis primos y hermanos. Confieso que ésta fue la impresión más fuerte que había tenido en mi corta vida. Era la segunda muerte que enfrentaba en mi niñez; primero la de Jorgito en Gorbea, y ahora mi tío Lino.


   Mi tía lloró inconsolablemente la muerte de su esposo, ella lo amaba intensamente, y jamás se volvió a casar. Él fue el amor de su vida, y siempre lo estaba recordando año tras año. La escuchábamos hablar de sus anécdotas, sus gracias, su inteligencia y lo buen mozo que era, como lo quería.

   En fin, yo recordaré siempre, todo su amor, el regalo de su presencia, su alegría y su generosidad. Por eso hoy dejo esta pequeña muestra de agradecimiento escribiendo estas páginas para mi tío Lino, a quien nunca olvidaré. Tío Lino, que estás en el Cielo y me escuchas ¿verdad? Mira que aquí en la tierra hay muchas cosas que puedes venir a componer.

TU SOBRINA, MARIA ANTONIETA (LA TOÑI)

Capitulo17: “El Tío Lino”

Año: 1949, Edad: 9 años

   El tío Lino era hermano de mi papá y esposo de la tía Lila. Vivían en Siglo XX también, en una casa en un segundo piso. Yo siempre lo recuerdo, porque era muy cariñoso con nosotros, nos llevaba a estrenar los juguetes de navidad al parque forestal. Era muy alegre, muy buen mozo (en eso la tía Lila no exageraba), era un excelente padre y esposo. Adoraba a la tía Lila y a sus hijos, Mariluz, Cristina y Patricio.

   El era muy creativo, siempre andaba reparando cosas que ni sabía componer, pero igual se las arreglaba de algún modo y salía airoso. Pero no siempre lograba reparar las cosas; a veces arreglaba relojes, y cuando se cansaba con alguna pieza que no encajaba decía:

“¡Ah esta porquería está de más!”

   Y ahí se quedaba paralizado el reloj. Sin embargo, la mayor gracia que yo recuerdo de él fue cuando se metió a arreglar el horno de nuestra casa. De pronto sentimos una explosión espantosa en la cocina. Cuando fuimos a ver, con mi hermana casi nos morimos de la impresión. Estaba el tío Lino con su cabeza metida en el horno, sale con la cara totalmente negra y el pelo rubio , tan lindo que tenia , todo chamuscado, completamente quemado, sin pestañas ¡que espanto!, parecía un fantasma.

   Mi papá que siempre soñó con ser doctor, fue a buscar su maletín de primeros auxilios y comenzó a atenderlo rápidamente. El tío ni se quejaba, pero estaba asustado y todos los niños a su alrededor estábamos espantados de verlos. Él no miraba tratando de sonreír, pero mis primos y hermanos no nos sonreíamos ni un poco.

   Era un espectáculo paralizante ver su rostro todo quemado, sin pestañas, el cabello todo quemado y echando olor a humo. Las manos negras, los brazos con los vellos quemados. “Nunca supimos que diablos pasó, que le falló esta vez”. El pobre estaba mudo, mientras mi papá ejercía su profesión con mucho esmero.

¡Como estaría de nervioso que ni siquiera lo retó!



Capítulo16: “Mi Nana María”

1946 a 1968, 6 a 18 años

   Era para mí, como una madre. Trabajó muchos años en mi casa, y tenía un hijo, de mi edad, el Lucho. Ella, nunca se casó, mientras estuvo con nosotros. Crió sola a su hijo, que era hijo de un carabinero. Ella toda la vida, recordó a su carabinero, nunca dejó de amarlo, pero el desgraciado, desapareció.



   Yo adoraba a María. Ella conocía los gustos de todos nosotros y siempre nos preparaba cosas ricas. Cocinaba maravillosamente, hasta venían nuestros parientes de Concepción a probar las especialidades de mi Nana: el puré de papas que era exquisito, el pescado, las empanadas, los mariscos, todo lo que salía de sus manos, era exquisito. En invierno, las sopaipillas, el pan con palta, cuando uno llegaba empapada a tomar onces.
   Cocinaba cantando, cuando se acordaba de Luis; su amor, “hace un año, que yo tuve una ilusión”…
   Ella nos quería tanto, que hasta plata les pasaba a mis hermanos para que arrienden patines. Un peso 20 valía la hora de arriendo y ella siempre les pasaba plata por debajo.



   Era una mujer baja, morena, de rostro afable, muy cariñosa, buena madre, de carácter dulce y algo triste, a veces. Hacia todo en la casa y más encima cuidaba a su hijo. Lo mantenía a Lucho, siempre impecable, lo mandaba al “Colegio Murialdo”, zapatos lustrados, limpio, de punta a cabeza”. Ella era una mujer buenísima, no sé cómo ese Paco, no la valoró. Era alegre, trabajadora, honrada, cariñosa con todos los de la casa. Ella era muy feliz en nuestra casa y nosotras con ella.



   Yo creo que a nosotras nos quería tanto como a su propio hijo. ¡Qué de momentos no vivimos con ella! Ella siempre cuidándonos, preocupada de cada uno, como una madre.



   Ella me contaba cuentos en la noche y se quedaba con nosotros cuando nuestros padres salían.



   Con ella vivimos la experiencia del “Fantasma Pianista”, me defendía a escobazos de la Silvia, cuando me quería pegar, me consoló en los momentos más dolorosos de mi vida y nos alegraba como podía.
   Ella estuvo con nosotras toda nuestra infancia y adolescencia. Y un buen día volvió Luis, a buscarla, para casarse con ella, ya habían pasado como 12 años, sin aparecerse. Ahora estaba más viejo, solo y volvió por ella, porque después de tantos amores, reconoció que ninguna mujer lo amó tanto como María, además tenía un hijo de él. Le pidió permiso a mi padre para casarse y se la llevó.



   María amó toda su vida a este Paco y aunque sufrió mucho de irse de la casa. Se casó con el amor de su vida, después de cómo 12 años de espera.



   El que no quiso nunca al Paco, fue Lucho, y eso fue un gran dolor para María. El Paco tenía otros hijos y Lucho jamás los aceptó, en cuanto terminó el Colegio se fué de la casa, a la Marina, porque se fueron a vivir a Valparaíso.



   Hasta el día de hoy, recuerdo a MARIA, a mis 69 años la veo diariamente con su delantal, su rostro dulce, su cabello negro y crespo, como si fuera ayer.



“Gracias María por todo tu amor impagable”

Ojalá hoy en el cielo, reces mucho por mí, para que nunca deje de recibir el alimento espiritual, tú que tanto te preocupaste por mi alimento terrenal.

Capitulo15: “El Fantasma Pianista”

1948, 8 años

Una noche, estábamos solos, sin nuestros papas y de pronto escuchamos que sonaba el Piano. Mi mamá que tocaba el Piano, no estaba y nadie más sabía tocar, yo todavía no estudiaba Piano. Cuando escuchamos con mi hermana tocar el Piano, nos despertamos, nos miramos asustadas.

“¿Quién toca el Piano?”, dijo mi hermana.

Apareció mi hermano, asustado, a preguntar lo mismo. La casa estaba obscura y el living donde estaba el piano, también. Nos levantamos corriendo, despavoridos a la pieza de MARIA, que se había puesto la bata, también intrigada por el hecho.

Alicia dijo: “Es el Fantasma del Tío Arquímedes, esa música él la tocaba”.

El tío Arquímedes era un concertista en Piano, que vivió en el Siglo XX unos años, y después se murió. MARIA, dijo: “Qué Fantasma ni que cuento, vamos a ver, que pasa”.

Y tomó la escoba, prendió la luz del corredor y salimos todos tiritando detrás de ella.

“Vamos, alguien quiere hacer una broma pesada”, dijo.

“¿No le tienes miedo, Preguntó, Osvaldo a los fantasmas?”.

“Qué fantasmas ni ocho cuarto”, dijo MARIA, “Yo no creo en fantasmas, son cuentos”.

“Vamos a ver ese fantasma”, y salió ella decidida hacia la sala del Piano, nosotros agarrados a su pollera. Prendió la luz del living. Cuál no sería nuestra sorpresa, pues el Piano estaba cerrado, no había nadie y la música, se escuchaba igual. María, quedó perpleja, pero como era valiente y decidida y no quería asustarnos, fue y con decisión abrió la tapa del Piano. ¡Y vimos algo impresionante!, las teclas se hundían como si alguien las tocara.

“¿Viste?”, dijo Alicia, es mi tío Arquímedes Bagollini, que está tocando esa Polonesa, que siempre tocaba en Gorbea. Nos quedamos como clavados, mirando fijamente las teclas, sin poder creer.

María, dijo: “Entonces vamos a rezar por él, para que su alma pueda descansar”.

Nos pusimos a rezar y se acabó la música. Cuando nuestros padres llegaron y nos encontraron en la pieza de María, todos acostados en su cama.  Le contamos todo.

Mi mamá dijo: “¡Dios mío, hay que rezar mucho por él!, eso nos está pidiendo”.

Mi papá que era incrédulo, dijo: “¡Pamplinas!, ¡Mire que los muertos van a venir a tocar el Piano!”. Se rió y nos dijo, “Lo habrán soñado y ya vayan a acostarse a sus camas. No molesten a María”.

Al otro día, mi mamá nos juntó para rezar por el tío, durante varios días. Y trajo al Padre Alvear para que bendijera el Piano.

Yo me acordaba vagamente de ese tío en Gorbea, casi nunca lo veía, pasaba tocando el Piano y siempre estaba como enojado y encerrado en su pieza. Lo único que recuerdo de él, es que una vez Alicia y Osvaldo entraron a su pieza a robarle pastillas de menta y él los salió persiguiendo, para pegarles.

Yo le tenía miedo a ese viejo gruñón, que siempre estaba encerrado tocando, y no hablaba con nadie. No recuerdo nada más de él. No sé porquè ni siquiera recordaba el Piano.

¿Y para colmo, venía a penarnos?



miércoles, 12 de mayo de 2010

Capitulo 14: “Mi Primer Pololo Manuel”

1949, 9 años

Después de esta actitud de Silvia, yo quedé muy herida. Yo quería a mi tía y a MARILUZ y no le podía perdonar la ofensa.
Comencé a no juntarme con ella y a buscar otras amistades, hasta que entendiera, que no podía seguir portándose, como una salvaje.



-En el Colegio, comencé a juntarme con un niño, llamado Manuel, que era muy dulce y caballero. Comenzamos una linda amistad, que consistía en miradas, cartas, rodamientos de camiones que yo le regalaba para que jugara a las bolitas.
El me mandaba dulces bajo la mesa, me prestaba lápices, me regalaba rosas.
Pasaron unos días y ya todo el curso se había dado cuenta de que nos gustábamos.



Manuel tenía 9 años, era alto, de tez blanca y unos grandes ojos negros, muy serenos, parecía que me acariciaban cuando me miraban. Tenía un rostro risueño y agradable, el pelo castaño y era macizo, al lado mío. Le gustaba mucho burlarse de todo y era muy seguro de sí mismo. Cuando menos me lo pensé, le había dicho a todo el curso, que yo era su polola.



Hasta las Misses, le había contado, ni tenía ningún problema en decir sus sentimientos, ante los demás.



Un día veníamos de Colegio y él, me tomó la mano y justo venía detrás Silvia y nos vio.



Luego arrancó unas rosas y me las regaló galantemente, riendo. Yo me sentía halagada ante sus atenciones, pero que anduviera contándole a medio mundo, sus sentimientos, no me gustaba. Yo era muy reservada en mis sentimientos.



Un día Silvia se acercó en el patio y me dijo: “Así es que ahora tienes pololo y no te juntas mas conmigo”
Silvia, me obligó a aceptar mi amistad con Manuel, porque al principio yo se la negué.
Entonces ella, se puso triste y me dijo: “¿Entonces ya no vamos a jugar más juntas, no seremos más amigas?”



“¿Te vas a hacer polola de él?” “¿Y yo con quién voy a jugar, si tu eres mi única amiga?”
“Eres una mala amiga” dijo y se fue.



Yo me quede pensando en sus palabras y comencé a decidirme “Tal vez, ella tenga razón” No nos podremos ver tanto como antes. Estaba en una indecisión “LA AMISTAD O EL AMOR”
Estuve varios días pensando una solución y no la hallaba.
Mientras tanto Manuel, comenzó a bombardearme de regalos, chocolates, flores, lápices, gomas, etc. Ya hasta su mamá le había contado que tenía una polola y a mí nunca me preguntó, si quería ser su polola. Solo porque una vez nos tomamos la mano, para él, ya era su polola.



Yo me sentía muy halagada de tanta devoción y cada día me gustaba más. Me sentía libre, que Miss Ximena me dijera: “¿Así es que tienes pololo?” con toda naturalidad, sin complicaciones.



Era un niño lleno de motivos y muy educado y gentil.
Siempre me estaba preguntando todo “¿Quieres jugar a esto?” o “¿Quieres mejor jugar a los columpios?” “¿Qué quieres, qué te gustaría hacer?”
Esa galantería poco común en un niño de 9 años, me encantaba.



¡Pero tenía una espina atravesada! ¿Y Silvia? ¡No podía echar por tierra una gran amistad!



Esto me disminuía la alegría, que podía haber sentido por MANUEL…Eso no me gustaba, tenía que haber una solución.



Un día Manuel, me invitó a tomar onces a su casa, quería presentar su polola a su familia.



Era una casa grande, con un inmenso jardín de rosas. Una escalinata de mármol. Era llena de sol, y unos inmensos ventanales y arboles. Tenía un lindo perrito. Comprendí, de donde salían las rosas que me regalaba, porque él sabía que me encantaban las rosas. Al entrar al patio, salió a la puerta un niño. Manuel dijo:
“Te presento a mi hermano mayor, Francisco”



¡Hola! Nos dijimos.



Ella es mi polola, agregó MANUEL. “Ah, ella es la famosa Toñi”, dijo riendo Francisco, “Manuel nos tiene locos hablando de ti”.
Yo sonreí y dije “Manuel, es muy exagerado” dije.



 “Como buen italiano” dijo Gabriel.



“Ah, yo no sabía que Meniquetti, era italiano” respondí



"¿Y tú tienes alguna amiga?" pregunté.



“¿Alguna polola, preguntó?” El se rió y dijo: “Yo soy muy exigente con las niñas y nunca me ha interesado ninguna”



“¿Y qué exiges?” pregunté, “¿Qué sea bonita?”



Respondió rotundo: “Las bonitas son todas tontas”
“Me gustaría una niña entretenida, inteligente, que no hable boberías, simpática, deportista.”



Yo le dije: “Yo tengo una amiga, que tiene todas esas cualidades y muchas más”
“¡Además es bonita!”



“¡Uy! Dijo, es la niña perfecta, preséntamela”



Tomamos onces, Manuel me presentó a su mamá, que me recibió con mucho cariño. Aunque algunas palabras las decía en italiano, pero ningún problema, incluso a veces nos entendíamos en inglés.



Acordamos que yo llevaría a tomar onces el SABADO, a Silvia.



Volví esperanzada, tal vez esta era la solución perfecta. Ambas tendríamos pololos y estaríamos juntas.
Cuando le conté la idea a Silvia y le describí a Francisco y lo que había dicho de cómo le gustaban las niñas, se puso muy feliz, al principio, pero a medida que se acercaba el SABADO, yo la notaba rara, como que tenía miedo y andaba muy nerviosa, medio triste.
 Le pregunté “¿Qué te pasa, te noto rara, qué te parece mal?”
 Sabes respondió con los ojos bajos, estoy pensando mejor no ir el sábado” “¿Porqué?” le pregunte indignada.



 Porque yo no creo, que yo le vaya a gustar a Francisco, además tiene 11 años, es mayor que yo, estudia en ese Colegio, donde van los mayores.



Se refería al “Alonso Ovalle”. Y además, agregó, si es tan inteligente, como él dijo, qué se va a fijar en mí, un niño rubio, de ojos azules, inteligente.



¡Debe tener un montón de amigas bonitas, mejores que yo!
“Además, Toñi, yo no soy como tú, no sé qué hacer con los niños. Tú eres diferente, la gente te quiere al tiro, eres más amorosa. A mí, los niños no se me acercan como a ti, no sé porqué.”



¡Y estaba triste, como nunca antes la había visto!
“Y además, ¿Qué voy a hacer? No tengo ropa.” “Tú sabes que yo solo uso pantalones y no sé nada de cosas de cómo arreglarme, ni cómo ser de las otras niñas”
No lo podía creer, mi gran amiga Silvia, que era campeona de todo y nadie se la ganaba.
¿Sentía miedo? ¡Yo que tanto la admiraba!
Porque era fuerte, segura, inteligente, entretenida, macanuda, valiente, tenía miedo, mucho miedo.



Yo que la conocía bien, no tenía ningún miedo, porque estaba segura, que a Francisco le iba a gustar, cumplía con todos los requisitos que al él le gustaban y no era como el mariquita de Gabriel.

¿Qué duda podría tener?



Traté de animarla y que se dejara de miedos, porque yo estaba segura que ella le gustaría a Francisco.
Ella se terminó entusiasmando y me preguntaba a cada rato.



“¿Estás segura, que yo le voy a gustar?”

“¿Y qué ropa me voy a poner, es muy pituco?”



Yo le respondí: “¡Nada, nada, tu iras con tus pantalones, pero eso sí, limpios, con un sweater limpio y mi Nana te va a peinar ese pelo!”



 Tú eres linda, solo necesitas ir limpia y ordenada. No tienes que ser como las otras niñas.
“A él, no le gustan esas otras niñas, las encuentra tontas… ¡Sé como siempre eres!”
“A él le encanta el deporte, podríamos jugar un partido, de lo que ellos prefieran”
 A ella se le quitó un peso de encima.
“¡Y estaremos juntas!” agregó feliz.
“¡Eso!” respondí, “¡Estaríamos juntas como antes!”

 Llegó, por fin, el día sábado, tan esperado.
 Silvia vino a mi casa, para que mi Nana, la peinara.
 Venía muy limpia y ordenada, porque su mamá ésta vez, la había vestido.
¡Mi Nana la dejó linda! Al fin, se le veía a la cara.
Era de facciones hermosas, ojos claros, cabello largo, crespo y rubio. ¡Cualquiera, ni la reconoce!



Mi Nana le puso un pinche rojo, muy bonito que ella se había encontrado en la calle. Era primera vez, que yo veía a Silvia con un pinche y tan ordenada.



Partimos a casa de Manuel. Silvia, yo la miraba de reojo; iba muy nerviosa y tensa. Yo también iba nerviosa deseando que todo saliera bien…hablamos muy poco en el camino.

EL ENCUENTRO

 Llegamos a la casa, y Silvia miró la casa y dijo: “Yo he pasado varias veces por esta casa, parece un castillo”
 Yo toqué el timbre, salió MANUEL. “Pasen” dijo amablemente. Se dirigió a Silvia y le dijo:
“Te presento a mi hermano mayor, Francisco”. Se miraron uno al otro, con agrado y entramos a tomar onces.



 Muy parsimoniosos todos, casi nadie, se atrevía a comer primero. Apareció la mamá, una mujer joven, rubia de ojos azules, venía vestida con un traje rojo ajustado, era alegre y cariñosa. Hablaba el castellano a medias con el italiano. Tenía un cabello largo y muy hermoso, las uñas pintadas, adornaba sus manos con un hermoso anillo. Hablaba fuerte, alegremente, como cantando.
Se acercó a nosotras y dijo: “Así es que cuesta son las tuas compañeras de corso”, dijo a Manuel.

 “Sí”, respondió Manuel, “Ella es María Antonieta, la mía “Fianzata” y la otra es Silvia. Las dos son las primeras del corso”, dijo con orgullo.



“¡Ay, que bello brava!” dijo ella, y nos dio un beso en la mejilla. “Ma manyen, manyen” dijo, voy a traer chocolate y salió.
“¡Que linda es tu mamá!” dije a Manuel. Interrumpió Francisco: “¡Tenemos a quien salir!, ¿no es cierto hermano?” dijo a Manuel y nos reíamos.

Esto rompió un poco el hielo y entonces Manuel tomó el plato con las pizzas, y nos comenzó a servir.



“Coman, coman, que se enfrían” dijo. Luego se sirvieron ellos.
Entonces empezamos a comer tímidamente, luego llegó la mamá, y nos sirvió el chocolate. “Beban, que se les enfría pronto” dijo, golpeando cariñosamente mi cabeza.
Entonces, nos animamos a beber el chocolate.



Esta vez, nos sirvió gentilmente Francisco, que se puso de pie, para servir los vasos.



Muchas miradas entre ellos dos, pero no se hablaban ni una sola palabra.
Entonces, empezamos a conversar un poco tímidamente. Yo le pregunté a Francisco, cómo era su Colegio. Francisco comenzó a conversar de su Colegio, que era grande, que era de curas, que enseñaban muy bien, etc. Era “Alonso de Ercilla”.

Luego miró a Silvia, sonriendo y le dijo:
¡Así, es que eres una matea!, “Son” agregó MANUEL, con entusiasmo.



Silvia, se sonrojó. Yo nunca había visto a Silvia sonrojarse, y estar tan cohibida. Comía con tanta parsimonia, que me daba risa verla.
 Para mí, esa era una Silvia que yo no conocía.  Apenas respondía bajito y casi no hablaba.
Casi ni tomo chocolate, con lo que le gustaba, y apenas comió pizza.
Yo no podía entender, tanto cambio. Y para romper tanta parsimonia dije a Manuel:
“¿Porqué no jugamos al Bachillerato?”
“¡Ya!” respondieron a coro. Trajo papeles y lápices y comenzamos a jugar.



  Ahí, Silvia comenzó a revivir, ella era una experta en el Bachillerato, por eso sugerí ese juego.

Entonces Francisco dijo: “No tiene gracia, porque yo estoy en 4º y Uds. en 2º año y además, en mi Colegio siempre gano en Bachillerato”

“No importa” dijo MANUEL, si es por jugar no más.

  Empezamos a jugar y Silvia ganó lejos en la letra “H”



  Luego continuamos y salió “Z”. Francisco se notaba molesto y extrañado, que una niña, fuera ganando y más, encima, que él era tan capo. ¿Una niña de 2º?



  Yo creo, que eso, lo empezó a poner nervioso y desconcertado.



  Luego la “Z”. Gané yo.



Entonces Manuel dijo a su hermano: “¿No era que tú ibas a ganar y éramos muy chicos?” burlón.

 Francisco, respondió: “¡Es que las estoy dejando ganar!”

 Nos reíamos y continuábamos: salió “J”. Esta vez, volví a ganar yo.



Entonces Francisco dijo a MANUEL, “¡Ah, no, esto es trampa!”

“¿Porqué no dijiste que tus compañeras, eran expertas en Bachillerato?” dijo, algo molesto.

“¡Son expertas en muchas cosas!” rió MANUEL, burlón.

“Pero bueno” respondió Francisco, “Ya me aburrí, ¿porqué no jugamos a algo que no me gane nadie”?

“¿Qué juego es ese?” pregunté.

“El tiro con honda, dijo, en eso soy campeón en mi curso.”

Nos miramos con Silvia, porque en la honda, éramos famosas en el barrio y en el Colegio “¡LA PUNTERIA!”

 No dijimos nada, tal vez él era superior en puntería.
 Salimos al patio, y Francisco puso 6 tarros, sobre un tablón, sobre unos troncos y trajo honda. Recogimos cada uno sus piedras.

Comenzaba la competencia.
Pregunto: “¿Quién empieza primero?”



 “Yo”, dijo Manuel. Estiró la honda, apuntó y botó el primer tarro, luego el 2º, el tercer tiro lo perdió y el 4º también. Todos gritábamos y aplaudíamos los aciertos.

Luego, disparó el 5º, apuntó. Grandes aplausos.
Luego el último, falló.

GRITAMOS: “¡Tres puntos!”

Manuel relajado, dijo, “Estoy en mi día malo, las niñas me ponen nervioso” reímos.



 Francisco puso los tarros, de nuevo y preguntó: “¿Quién sigue?”

 Nos miramos con Silvia y ella nerviosa, me dijo bajito: “Sigue tú”

 “Yo”, respondí.

 Tome la honda y empecé a apuntar.

 Boté el 1º, el 2º, el 3º, el 4º y el 5º falle, luego boté el último.

“Bravo” gritó MANUEL.

 “5 puntos” gritaron.

Francisco no le cabía en la cabeza, que una niña apuntase 5 tiros de 6.
“¡Excelente!” me gritó, “Nunca había visto una niña con esa puntería”
 Ahora te toca a ti, dijo a Silvia, él se reservó para el final.

 Puso los tarros, Silvia tomo la honda y comenzó a tirar:

 Botó el 1º, el 2º, el 3º, el 4º, el 5º y el 6º titubeó, estaba muy nerviosa y el 6º erró.

“¡Bravo!” gritamos.





“5 puntos, empate con la Toñi”

Al final le tocó a Francisco, que estaba bastante nervioso. No le dijo nada a Silvia, pero la quedó mirando como un fenómeno.
Puso los tarros y comenzó a tirar:

Había un nerviosismo en el aire.
Francisco comenzó a tirar, pero se notaba demasiado nervioso. Se le cayó la piedra al comenzar, se puso rojo.

Comenzó a disparar:
Botó el 1º, el 2º, el 3º, el 4º no apuntó

“¡Ah!” dijo, “¡Que porquería!”

Luego continuó y botó el 5º. Y para disparar el último, se preparó con calma, calculó bien y disparó.
“Bien” Gritamos, aplaudiendo.
5 puntos.
“Triple empate” gritó MANUEL. “Ahora los ganadores se tienen que dar la mano (guiñandome un ojo)”
Francisco, algo abochornado por estar con dos mujeres.

Dijo a Manuel: “Oye Manuel, ¿Porqué no me habías presentado antes a estas campeonas?”
“¿Vendrán el sábado a jugar?” preguntó con entusiasmo.

“Si Manuel nos invita” respondió, más desenvuelta Silvia y se miraron ambos.

“Yo las invito” dijo Francisco.

Nos reímos, nos despedimos de la mamá, le agradecimos las onces. Ella dijo: “Vengan cuando quieran”

Nos vinimos a la casa y en el camino yo miré a Silvia y le dije: “¿No te dije, que le ibas a gustar?”

Me dio una mirada satisfecha, sus ojos brillaron, se puso roja y me dijo, dándome una palmada amistosa:

“Echemos una carrera hasta la casa”.

“Te doy ventaja”, respondí.

  Estábamos felices