Fecha: 1952
Cuando pasé a Humanidades, yo tenía 12 años y se estaba operando en mí una tremenda transformación en mi personalidad. Recién había pasado de ser niña a mujer, pues mi cuerpo estaba cambiando. Con toda aquella experiencia traumática con los famosos parientes de mi padre, más la educación sexual represiva del colegio y mi casa, yo comencé a sentir que ya no iba a volver a ser nunca más la misma niña que fui cuando estaba en el colegio san Gabriel, esa niña libre, feliz y sin temores
Ya había pasado a ser mujer, y comprendí que todos estos cuidados hacia mi cuerpo que me hablaba mi madre, mi hermana y el colegio, me iban a impedir estar tranquila para siempre. Comenzaba a nacer en mi, miedo y desconfianza de los hombres, vergüenza hacia mi cuerpo, me transformaba en una niña tímida, sin amigas y solitaria. En los recreos me iba a la capilla para que mis compañeras no me vieran sola en el patio.
Ya no me gustaba estudiar como antes, comencé a tener miedo a los profesores, miedo a hablar. Tenía que estudiar el doble que antes para sacarme buenas notas, y así compensar las bajas notas en los orales porque me daba pánico hablar. Me conformaba con el promedio 4 o 4,5 que me daba; es decir, me transformé en una cuatrera. Excepto claro: inglés, música, gimnasia y castellano. Comenzó a bajar aceleradamente mi autoestima, que ya estaba baja desde que entre al colegio. Cada día que pasaba estaba más conciente que ya no sería nunca más la misma que cuando estaba en el San Gabriel. Estaba perdiendo mi alegría, y transformándome en una niña triste y solitaria. Comenzaba a estar ansiosa todo el tiempo, y en lo único que pensaba era en salir del colegio e irme a mi casa. Vivía soñando, llena de aprensiones, inmersa en mi propio mundo, ausente de mi entorno. Mis compañeras casi nunca me hablaban, solo cuando querían pedirme algo, luego ya no me tomaban en cuenta, como que no existiera, jamás tuve amigas en el colegio ni me invitaban a sus casas, como lo hacían entre ellas.
Además en humanidades, ni siquiera tenia el consuelo de sentirme apoyada por la madre Sotomayor, quien era como una mamá que estaba pendiente de todas las cosas de sus alumnas, como gallina con sus pollos, sino que ahora teníamos una profesora para cada ramo.
Estas profesoras eran mucho mas frías, ni siquiera conocían a las alumnas, no conversaban, no se interesaban, terminaban su clase y se iban, la nombraban a una por el apellido. Muchas de ellas eran universitarias y enseñaban de manera muy complicada, como si estuvieran en la universidad; el que entiende, entiende, pues no se repetían los conceptos. Yo jamás preguntaba, porque las explicaciones eran muy enredadas y breves; prefería quedarme callada.
Echaba tanto de menos a mi madre Sotomayor, me costó mucho adaptarme al cambio. Además tantas reglas, normas, prohibiciones, castigos, pecados, caras serias, me hacían pasar todo el día como flotando, en un ambiente que todo el tiempo me producía temor. Eran tantos detalles que reprimían y atemorizaban ¡Esa monja que en vez de hablar, para pasar a la capilla tocaba como una castañuela, como en el ejército!
Los castigos por los atrasos, te pinchaban una libreta con un alfiler y bajaban la nota en puntualidad. El silencio absoluto durante las clases, solo en labores se podía hablar bajo.
Que yo recuerde, la única vez que me consideraron para algo, fue una vez que llovía y estábamos en el patio techado, donde había un piano. Entonces me puse a tocarlo para distraerme, y cual no fue mi asombro cuando algunas alumnas empezaron a corear la canción, otras bailaban y hasta las monjas fueron a cantar. Fue el único recuerdo grato que tuve de mis compañeras. Las otras veces, solo me hablaban cuando necesitaban algo de mí.
Esta soledad me hizo refugiarme en mis fantasías, en mis ídolos de profesoras que yo admiraba o quería de lejos, sin jamás acercarme a ellas ni hablarles siquiera. Vivía distraída en clases observando sus gestos, como me pasaba por ejemplo con la señorita Marina a quien mencionaré a continuación.
Yo no me daba cuenta completamente que algo malo pasaba conmigo, que tantos miedos me estaban haciendo llevar una vida escolar completamente enajenada, sin compartir con nadie. No comprendía tampoco del daño que estaba sufriendo mi personalidad, de las consecuencias de los acontecimientos traumáticos sufridos por culpa de la parentela, mi padre, agregado al ambiente represivo que estaba viviendo, en una etapa decisiva de mi desarrollo como mujer. Solo me dejaba llevar como en un estado ausente, sin voluntad, incapaz de reaccionar, como un pez que se lo lleva la corriente, abstraída en mis pensamientos como viviendo en una burbuja.
Pongo a continuación un episodio vivido en la clase de historia con la señorita Marina, para mostrar un poco como yo viví ese tiempo en mi vida, a la edad de 13 años.
Y el episodio??? quedé con todas las ganas de seguir leyendo... Besos!
ResponderEliminarCon el ánimo de aclarar lo anterior podemos decir que en lugar de poder comprender que la falta de destrezas sociales era la causa de que sus compañeras no la quisieran, ella sintió mucho temor de dar motivos y dejó de contactarse completamente. Quedando sumida en el aislamiento sin comprender que podía superar lo que la hacía fallar socialmente.
ResponderEliminar¡Por fin puedo enviarte un comentario!:
ResponderEliminarYa he leído gran parte de este estracto de tu vida, pero este capítulo no lo había leído: entiendo por qué en algún momento pudimos comunicarnos; este episodio refleja mi niñez, adolescencia y juventud... y el de tantas personas...qué CASUALIDAD el hecho de que ambas nos dedicáramos a la Educación, disfrutáramos con el arte y encontráramos LA SALVACIÓN en la Iglesia... en la profundidad del Amor de DIOS, que conoce cada alma y acoge al que sufre, con la calidez de su INTIMIDAD. Sin duda hacer salir del miedo y del encierro en una misma transforma... y abre el corazón con valentía para ayudar a liberar a otros desde la propia experiencia, o desde el respeto por el silencio y por el momento oportuno.
Te envío un abrazo grande de Paz, como hermana de historia.
Querida hermana en la Fe y en la historia estoy feliz que por fin aprendiste a hacer los comentarios,espero que no sea el unico. Te felicito por tu valentia y generosidad de hablar de la verdad de tu vida en bien de tantas personas que agradeceran tu sinceridad. Gracias amiga.
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