1947, edad 7 años
Mi hermano Osvaldo era un año mayor que yo. Lo recuerdo cuando pequeño era extremadamente delgado, moreno, de finas facciones, siempre jugaba en las paredes, subía a los árboles, se colgaba de ramas etc., le pusieron de sobrenombre: “el mono”.
Tenía un agudo sentido del humor y siempre andaba inventando cosas como en el capítulo de “Gorbea” donde figuran los famosos “Entierros de las moscas”, de su autoría, luego el “Rola-rola”, donde junto con nuestro primo Jaime Montecinos, volaba por los aires, con riesgo de perder la vida.
Pero a él, le gustaba vivir con emoción, siempre era muy creativo e imaginativo. Un día se le ocurrió asustar a la prima Mariluz, por el puro gusto de hacer travesuras. Se puso una sábana en la cabeza y debajo del mentón encendió una linterna, dando un aspecto fantasmal y se le apareció a Mariluz con una voz cavernosa diciéndole; “¡Mariluz, Mariluz! Te estoy penando! “.
Mariluz, que le tenía terror a los fantasmas, tenía 7 años, dió un grito espantoso, horrorizada, le dio un verdadero ataque de pánico a la pobre; se puso blanca como un papel, gritaba, se daba vueltas como desequilibrada y llamaba a su mamá ¡mamaaa, mamacitaa! luego quedó paralizada de horror.
Ella hasta el día de hoy recuerda el espanto que sufrió ese día. Así era mi hermano, siempre haciendo sus bromitas.
Recuerdo que cuando tenía 8 años a Osvaldo le fascinaba arrendar unos patines (monopatines) que arrendaban en el barrio y el favorito era el n: 2, eran más suaves según él y había que llegar primero porque los niños se lo peleaban. La hora de arriendo valía “un peso veinte “y todos los días era el dilema a quien pedirle el peso veinte, porque mi mamá no le daba cada día esa cantidad.
Entonces el comenzaba su trabajito de hacerse el mártir con la nana María que como era un pan de Dios, siempre terminaba pasándole plata para arrendar patines. Como era tan flaco le tenía lástima y el era un artista para hacerse el mártir. Gemía, suplicaba, le tiraba la polera, la perseguía, se ponía en un rincón como un pobrecito y la miraba como un perrito: ¡“ya pues María, dame un peso veinte”.! hasta que María replicaba como siempre; “ya pues Osvaldito, es la última vez que le doy la plata, mañana no hay mas “y todos los días era la última vez. Salía Osvaldo volando, le daba las gracias y partía corriendo a arrendar el N: 2 antes que otro niño se lo ganara.
Un día se le ocurrió llevarme a mí, sentada delante del monopatín a la punta del cerro san Cristóbal y de allí venirse hasta abajo. Yo estaba asustada, también era flaca y debilucha, pero ejercía un imán: la propuesta de mi hermano, “vivir la emoción”.
Subimos caminando hasta la Virgen y arriba, partimos yo abajo agarrada del fierro del monopatín, con todas mis fuerzas, mi pelo volaba por los aires, gritaba sin parar, mis piernas abiertas como alas de avión y Osvaldo cerro abajo, sin frenos fascinado con la velocidad, la emoción y el peligro. Le volaba el pelo, iba rojo como tomate, sorteando los autos que subían, arriesgando nuestras vidas. Pero en ese momento el no iba pensando en eso sino atento a la maniobra de controlar el patín y evadir los autos que venían en contra.
Los automovilistas le gritaban: “¡cabro huevón!, ¡idiota, tarado, sale del camino!”, le tocaban la bocina, sacaban la mano, (haciéndole signos de saludo muy conocidos por los chilenos) pero él seguía muy concentrado en el manejo, sorteando los autos a toda velocidad. Yo agarrada al fierro sin hablar ni gritar ya con el corazón latiendo a 100 por hora muerta de miedo, sin despegar la vista del camino, sin abrir mi boca y tiesa de espanto.
Cuando pasamos por el “Retén de Carabineros”, un carabinero le gritó: “detente cabro loco” y le tocó un pito corriendo detrás de él, pero Osvaldo no se podía detener, pasó como un celaje cerro abajo, sorteando todas las dificultades, estaba loco de emoción, soportó todo tipo de insultos de ciclistas, automovilistas, personas que iban a pie etc. Pero él solo se detuvo al llegar a la plazoleta. Al parar yo caí al suelo revolcándome por todo el tierral, quedé toda machucada y él estaba feliz, porque había llegado “justo”, cinco minutos antes de la hora, para entregar el patín arrendado y no le cobraran multa.
Estaba muy satisfecho de sí mismo porque había logrado un record a toda velocidad, llegando justo a la meta en 45 minutos y no le importó ni un poco el riesgo que corrimos, ni la responsabilidad de llevar a su hermana chica.
Si María o mi mamá hubiesen sabido lo que hacía Osvaldo con los famosos patines, jamás le hubiesen dado 1 peso. Pero yo no iba abrir la boca para acusar a mi hermano. En callarme yo era especialista. En el fondo admiraba profundamente su coraje, su imaginación, su emoción, su creatividad, su inteligencia, su sensibilidad, su sentido del humor. Así era mi hermano cuando niño.
Mi Hermano Osvaldo; “El Periodista”
1948, edad: 8 años
Mi hermano estaba desesperado porque no hallaba donde conseguir dinero para comprar revistas de acción. Mi mamá lo retaba porque pasaba leyendo “esas porquerías”, que ella le decía y no le quería dar más plata para eso, quería que estudiara, en vez de leer tanto esas historietas.
Mi hermano entonces pensaba y pensaba qué hacer para conseguir el dinero, se sujetaba la cabeza pensando y pensando. Hasta que; ¡oh! Se le ocurrió una fantástica idea: vender diarios viejos a la pasada del carro, como nuevos, nadie se iba dar cuenta que eran viejos altiro.
Cuando se dieran cuenta el carro ya habría partido;” ¡genial!”, decía. Era un carro eléctrico que pasaba por la calle: Purísima, paraba un momento y luego partía.
Mi hermano entonces juntó muchos diarios viejos, los planchó bien planchados y partió a vender; ¡“el diario El Mercurio”! gritaba cada vez que paraba el carro y se colgaba del carro ofreciéndolos por las ventanillas como un verdadero mono, hacía honor a su sobrenombre: “el mono”.
La gente entonces le compraba apurada y no se enteraba que era un diario viejo. Este negocio resultó genial, Osvaldo estaba orgulloso de su brillante inteligencia. Recibía dinero, en cada parada, era un negocio redondo, por fin, podía comprar sus historietas, arrendar patines, comprar dulces, helados, pasteles, calugas, etc. ¡estaba alucinado, lleno de emoción por este espléndido negocio! Además engañaba a un montón de adultos, se encontraba muy astuto. Pero un día ocurrió algo inesperado; cuando fué a vender sus diarios no se dió cuenta que le ofreció un diario a su profesor de Matemáticas de su colegio.
Su profesor al leer la fecha del diario, se bajó del Carro, lo agarró de una oreja y le dijo: “¡qué estás haciendo Montecinos, vendiendo diarios viejos, sinvergüenza esto lo tienen que saber tus padres, vamos a la casa!”. Y se lo llevó de una oreja delatándolo a nuestros padres. Hasta ahí no más le llegó el negocio al “Periodista”, sin contar la calda que le dió mi padre, el castigo sin mesada por dos semanas y la vergüenza de pedir perdón al profesor y rogarle que no lo acusara al Director para que no lo echaran de su colegio.
Mi Hermano Osvaldo; “El Muerto Resucitado”
1951, edad 11 años
Mi hermano Osvaldo tenía en el barrio unos amigos terribles de ordinarios que vivían al lado nuestro en siglo XX. No sé porqué vivía en nuestro barrio esa familia, era la única “diferente”, muy vulgares en cambio todos los otros niños del barrio eran normales.
Pero de todos los niños que había mi hermano se sentía muy a gusto precisamente con éstos, que nadie soportaba. El decía que ellos, eran mucho más entretenidos. Fuera del lenguaje que era del “estómago para abajo” de estos niños, sus costumbres dejaban mucho que desear; andaban sucios, peleaban, gritaban en la casa, parecía conventillo. Ellos siempre andaban robando frutas verdes de los patios del vecindario. Tenían una educación tan baja que cuando jugaban a las escondidas con mi hermano, Rubí, que se llamaba la niña le gritaba a Osvaldo: “sale Unguardo del árbol que te veo los purmones”. Para colmo el hermano se llamaba “Chiquelo”, era bien negro como el carbón, asqueroso de sucio y deslenguado, siempre andaba con los mocos colgando
Cuando Osvaldo quería molestar a la prima Mariluz, que andaba siempre de punta en blanco le decía que ella estaba enamorada del Chiquelo, que era su pololo. Mi prima entonces, pataleaba y se ponía furiosa con Osvaldo, era el peor insulto que se le podía decir; “ese asqueroso”, decía.
Como consecuencia de estas malas juntas, de andar comiendo cochinadas, fruta verde y alimentos sin lavar, fué que mi hermano se enfermó gravemente de Tifus, Paratifus y Bronconeumonía, todo junto, estuvo a punto de morir, en agonía 40 días. Mis padres pasaron en vela, noche tras noche cuidándolo, poniéndole sabanas húmedas día y noche para bajar su fiebre de 40 grados. Era un esqueleto y apenas tomaba puras sopas.
El doctor Maira, nuestro médico de familia, lo tenía desahuciado, pero mi padre, no lo podía aceptar, pasaba día y noche atendiendolo, cuidando a mi hermano en la cabecera de su cama, turnándose con mi madre, hasta que poco a poco, mi hermano se fué recuperando, fue un verdadero milagro. ¡Gracias a la devoción de mis padres, (en mi opinión), mi hermano salvo la vida! El Dr.Maira, no podía creerlo, lo llamo:
¡El muerto resucitado!
Que importante es poner atención a los niños. Como niños que son no comprenden de riesgos ni oportunidades, no entienden de objetivos a largo plazo ni de consecuencias, esto es muy importante ya que esas cosas están ligadas a la capacidad de pensamiento abstracto que los niños desarrollan de acuerdo a sus capacidades a partir de los 12 años, los hábitos y conductas se han de implementar cada día insistente y cariñosamente, con el ejemplo y de manera supervisada durante toda la primera etapa de vida del niño, esta labor corresponde a los padres y es apoyada por profesores y cuidadores en general, si esto no es tenido en cuenta los resultados pueden ser desastrosos.
ResponderEliminarConoci a Osvaldo solo en su etapa màs silenciosa e introvertida.
ResponderEliminarEtapa muy lejana de la que cuenta Antonieta, de una niñez alegre y audaz.
El paso de los años y la adultez no tienen que provocar un estado de tristeza permanente por lo que fue o no pudo ser.
La frustacion de un adulto me parece que nace o se desarrolla en la medida que desconoce sus potencialidades y busca su destino en forma equivocada.
Tener un "maestro" en la vida es importantisimo, y creo que es tarea que compete a los padres.
¡¡¡que riesgos tomaba ese niño!! pero me rei mucho con el,
ResponderEliminary la amonpa jajajajaja