1953, 13 años
Entre mis profesoras de humanidades, idolatraba a la señorita Marina. Yo adoraba la belleza de cualquier tipo, ya sean personas, animales, cuadros, música, ballet, las manos, los ojos, la voz, la flores, los árboles, los pájaros, el cielo, los colores, los aromas, los duraznos en flor, una linda rosa, una sonrisa, una persona refinada, una persona sabia, alguien inteligente, una maestra brillante, la poesía, un niño etc.
Los ambientes donde me encontraba, me influían totalmente provocándome un incontenible rechazo y terror. Por eso arranqué de esa manera irracional de la casa de la “Turca”, arriesgando mi propia vida. Por el ambiente sucio, mal oliente, oscuro, por el trato grotesco del padre sin camisa, la forma ordinaria como hablaban, sus modales ordinarios.
Pero en cambio, guardo en mi corazón tantas cosas bellas que jamás he olvidado: la señorita Marina fue una de ellas. Que era nuestra profesora de historia, una mujer joven, buena moza, con una voz cantarina, una hermosa figura, siempre muy elegante. Era soltera, de unos 30 años, enamorada eterna de su novio, un aviador que se mató en un avión. Lo que a mi me fascinaba mas de ella eran sus manos, blancas de finos dedos, con gran movilidad, siempre cuidadas muy pintadas de rojo. Tenía un anillo bellísimo de compromiso, que le había regalado su novio, que jamás se lo quitaba; eran como las manos de una princesa. Además, ella siempre andaba perfumada y pintada. Se movía tan graciosamente, era tan femenina en todos sus gestos, que para mi era como un deleite observarle. Pero lo que más me llamaba la atención eran sus manos, que las movía en diferentes formas como una danza. Ella explicaba la materia y hacia infinidad de movimientos con sus manos mientras hablaba. Yo me quedaba extasiada admirándolas, me imaginaba que eran palomas, que volaban armoniosamente. Se cruzaban, se abrían, se juntaban, movía sus muñecas. A veces preguntaba algo a una alumna, y si no estaba conforme con la respuesta, las ponía como una torre frente a su rostro.
El hecho es que estaba yo contemplándola cuando de pronto oigo mi nombre; me levanté bruscamente como despertando, mis compañeros se reían y murmuraban.
¿Qué le pasa señorita Montecinos?, la he nombrado 2 veces, ¿en que está pensando? Me preguntó.
En forma automática y atolondrada respondí:
“En sus manos señorita”.
No sabía lo que decía estaba como despertando de un sueño. Ahí sí que mis compañeros se rieron fuertemente. Ella se acercó lentamente a mi pupitre, me miró a la cara, y se quedó observándome un buen rato girando a mí alrededor, con su lápiz en la mano.
En eso sonó la campana y todas salieron a recreo. Ella no se movió de mi lado escrutando mi rostro. Me empecé a inquietar y ella me dijo:
-“Usted se queda señorita Montecinos, y repita lo que respondió en la clase cuando le pregunté en que estaba pensando, ¿lo recuerda?
- “si, si” -respondí precipitadamente: “en sus manos” Sta.
Ella dijo:
- “¿Recuerda la materia que pase en clases?
- “No señorita” –respondí-, bajando la cabeza afligida, - “¿Y se puede saber que piensa toda la clase?”, me preguntó.
Bajé la cabeza nuevamente, y repliqué muy bajo:
- “Es que me distraigo con sus manos señorita todo el tiempo”.
- “Veremos si es verdad eso, a ver, ¿qué movimientos hago yo con las manos?, ¿” puede enseñármelos”?, me dijo ella.
- “sí por supuesto” –respondí
- “Hágalos” ordenó.
- “Por ejemplo, pone su puño en la cadera cuando esta molesta, también lleva su mano a su pelo y lo rasca así, y cuando esta pensando una pregunta que usted va a hacer, o cuando no está satisfecha con la respuesta, pone sus manos así como si estuviera rezando, y las pone en su cara. Y cuando está explicando una materia impresionante, abre los brazos y extiende sus manos y las agita como si estuviera bailando”.
Ella me quedó observando poniendo su mano en la nuca como pensando y me dijo:
- “¿No le gustaría estudiar Ballet o algo relacionando con arte?”.
- “Si, me encanta el ballet, pero no me dejaron estudiarlo. Ahora estudio piano”, respondí.
- Ella respondió: “Bien, estudie cualquier cosa relacionada con arte, puede retirarse señorita Montecinos”
Cabe comentar dos elementos muy importantes a partir de las vivencias de Antonieta con la señorita Marina. Lo primero es que este relato es un muy buen ejemplo del tipo de dificultades que dan lugar a lo que se conocer como déficit atencional. Salta a la vista que aquello esta ligado a estados emocionales conflictivos y angustiosos para el niño. En el caso de Antonieta el profundo aislamiento en que vive la hace centrarse en las manos de la profesora sin poner atención en ninguna otra cosa. Las manos, que son el segundo elemento interesante, se asocian con el contacto que tanta falta hacía a Antonieta en aquella época y su fijación con ellas da cuenta de su necesidad de amor y contacto social exitoso. Como vemos por debajo de un niño distractil puede haber una severa conflictiva y estados emocionales adversos o carenciados.
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