viernes, 30 de julio de 2010

CAPÍTULO 40: “Mi primer amor, el Pato Álvarez” 6 de agosto

ADOLECENCIA
Cuando yo cumplí 13 años y el club y tenía un año de existencia, llegó a vivir al barrio un niño nuevo. Se corrió la voz rápidamente entre los niños, especialmente entre las niñas, que lo vieron llegar. Decían que era súper lindo y tenía el pelo crespo y era grande.


Todo el CLUB estaba expectante al acontecimiento del recién llegado, que apenas se asomaba a la calle, trabajaba bastante ayudando a la mudanza.

El 3er. día salio por el barrio a andar en bicicleta y todos lo pudimos ver al fin.

El miró al grupo displicentemente y se puso a andar sin manos en la bicicleta, o manejaba de espaldas, o subía arriba del fierro de la bicicleta.

¡Todos quedamos boquiabiertos!

El Pato, mi primo, en tono picado dijo: “Trabajará en algún circo el huevón”, y todas la niñas le gritaron:”Picado, picado”. El personaje se mostraba bastante huraño y nos miraba con desconfianza cuando pasaba cerca del grupo, ni sonreía siquiera.

Pasaron los días y el extranjero no daba señales de amistad ni de acercarse a nosotros, sino, mantenía una actitud huraña y malhumorada, nada sociable.

Salía sólo a jugar a la pelota y hacia tales juegos de pie, que todos lo quedábamos mirando.

El nos miraba de reojo y se lucía, a propósito, mostrando sus grandes habilidades deportivas.

Pero el 4° día, la que tenía mas personalidad, Wilfred, que era inmensa de alta y andaba todo el día en zancos, tenía una familia de artistas e intelectuales, así es que no le faltaba desenvoltura para hablar con quien quisiera. Entonces, se le acercó a hablarle:

“Hola ¿eres nuevo aquí?”

“¿Que no se nota?”, fue su hosca respuesta.

“¿Y de donde venís?”

“De Tocopilla”

“¿Y cómo te llamas?”

“Pato”

“¿Pato qué?”

“Pato Álvarez”

“Y, ¿Por qué parece que estai enojado? ¿No queris jugar con nosotros?

“Estoy enojado porque me da la gana y porque no me gusta esta porquería de Santiago, me gusta Tocopilla”. Y hablaba con la cabeza gacha, dando bote constantemente a su pelota.

Wilfred muy relajada, pensaba como interesarlo y establecer amistad.
De pronto, ¡Vino la idea genial! Como veía que él ponía mucha atención a todas las piruetas, que hacia Wilfred con los zancos, comprendió que le llamaban la atención. Entonces Wilfred le preguntó:


“Y ¿sabes andar en zancos?”

“No”, respondió secamente

“¿Te gustaría aprender?, yo te enseño a andar en zancos y tu me enseñas a andar sin manos en bici”.

Lo pensó un rato, luego respondió:

“¡De acuerdo!”

“OK”, dijo Wilfred, “Mañana empezamos las clases”

“¡Chao!”

Y se vino en sus zancos hasta el grupo y nos contó toda la conversación que había tenido con él.

Las niñas le preguntaban que qué edad tenia, “Eso no se lo pregunté”, dijo Wilfred” Mañana se lo pregunto”.

Así comenzó la amistad con el Pato, por medio de Wilfred se fue acercando al grupo y comenzó a participar en algunos juegos: Football, naciones, bolitas, bicicleta, equilibrios, porque le encantaba subirse a las tarimas y caminar peligrosamente por ellas.

Ya, mi primo Pato, que al principio le caía mal comenzó a admirarlo, porque nos ganaba a todos en los deportes.

Tenía una fuerza para tirar la pelota, corría a toda velocidad y metía todos los goles. Además de lucirse reteniendo la pelota en sus pies, para torturar al contrincante antes de meter el gol.

Yo lo miraba con desconfianza: “Este cree que se las sabe todas”, pensaba, “No hay que hacerle tanta fiesta porque más se va a creer.” Ya tenia un club de fans que aplaudía todos sus logros y el se sentía muy orgulloso.

Yo era la única que no le hablaba y me mantenía alejada de él. Él me miraba, pero no me hablaba tampoco.

Luego se comenzó a hacer amigo de mi primo Patricio y salían a jugar juntos.

Yo lo miraba y al mismo tiempo lo temía. Era tan arrogante y pedante, pero había algo en él que me ponía nerviosa.

Era un muchacho de catorce años, fornido, con pelo negro crespo, más alto que los niños de su edad, de rostro atractivo y varonil, de mirada directa y penetrante, casi impertinente. Tenía la destreza de un gato montes, era moreno, tostado y tenía una sonrisa burlesca, era franco y directo, decía lo que pensaba sin problemas. Tenía una fuerte personalidad, muy dominante. Se creía la muerte porque sabia que las niñas se morían por él y el no miraba a ninguna.

Él y yo nos mirábamos de lejos, como presintiendo al enemigo. Éramos dos personalidades fuertes y desconfiadas.

Un día hubo un cumpleaños en casa de Manuel, un socio, y mi primo lo invitó y él aceptó.
Cuando estábamos en la fiesta, llegó el Pato en blue-jeans, camisa formal, zapatos y no zapatillas, como todos llevábamos.


Lo quedamos mirando al entrar, parecía un cowboy, se movía lentamente como un gato salvaje y miraba alrededor despectivamente. Al verlo entrar todas las niñas se reían y comentaban lo buen mozo que era.

Se acercó mi primo y Manuel a recibirlo. “Pasa”, dijo Manuel, “¿Quieres una bebida?”, y lo llevó a la mesa. Yo estaba con mis jeans, zapatillas y una polera roja, mi pelo era negro azabache y largo hasta la cintura. Ahora no era tan delgada y tenía bastante busto para mi edad.

El miró alrededor y clavó sus ojos en mí, en forma impertinente y no apartó su mirada de mí. Me miró de arriba a abajo con descaro. Yo me sentí como si me hubiera desnudado con la mirada. Continuó bebiendo con Manuel y mirándome.

Yo estaba con Wilfred y ésta me dijo: “Este se hace el tonto, pero tu le gustas ¡Qué manera de mirarte!” Yo me puse nerviosa, porque también pensaba como ella.

Luego, gritaron:” ¡Manuel, pon música para bailar!”. Todas las niñas querían bailar con el Pato, pero este se daba su tiempo y dejó pasar tres bailes sin bailar con nadie.

A mí me sacó a bailar el dueño de casa que tenía doce años y era muy poco entendido en baile. El se dio vueltas y me miraba bailar con Manuel, sonriendo, burlón.

De pronto se acercó y dijo a Manuel:” ¿Me permites?”, y me sacó a bailar interrumpiendo nuestro baile. Eso, ningún niño lo hacía.

¡Yo quedé sin habla! Me dijo:” ¿Manuel estaba muy aburrido, no?”.

Me tomó con firmeza la cintura y yo sentí un estremecimiento, ¡nadie nunca me había tomado así!

Ni siquiera hablamos, él se acercó a mí, bailando muy apretado para mí gusto, un disco lento.

Me miraba muy cerca de mí, con una forma dominante, como de:” ¡Aquí estoy yo!”, y no nos hablábamos.

“¿Así es que tu eres la jefa?”, me dijo.

¿Y cómo te llamas?

“Antonieta”, respondí cohibida.

“¿Antonieta qué?”

“Montecinos”, dije apenas.

Me sentía terriblemente incómoda con su cercanía, sus modales y su actitud tan de macho, como dueño de sí.

“¿Qué edad tienes?”

“Trece años”, respondí.

“¡Pero si apenas pareces unas niña asustada!”

Me empezó a molestar su actitud, tanto interrogatorio y su prepotencia, y le dije, reaccionando:

“Bueno, ¿Me invitaste a bailar o a un interrogatorio? Y no me gusta bailar tan apretado”.
A él le hizo gracia mi respuesta y pedantemente sonrió, burlón: “Perdón mi reina, solo quería saber mas de usted, ¿Por qué, le molesta mi cercanía?”


Ese aplomo que el tenía, esa confianza en si mismo, esa actitud burlona y esa superioridad de macho, me ponía nerviosa. Me sentía invadida, desarmada. ¡Eso no me podía estar pasando a mí! Esto yo no lo había sentido antes, con ningún otro niño.

Terminó el disco y yo me fui a tomar una bebida, estaba sofocada, agitada, sentía que perdía mi control.

El se quedó mirándome de pie, con un pie doblado apoyado en el muro, igual que los cowboys. Y no me dejó de mirar descaradamente en todo el rato, sonriendo como con superioridad.

Se le acercó mi primo y unas niñas a invitarlo a comer algo. El caminó con flojera, siempre mirándome de reojo y sonriendo con un rictus de burla.

Yo por primera vez, me sentía dominada, nerviosa, molesta, no hallaba como reaccionar. Y decidí irme, no lo pude soportar.

Fui a buscar mí chaleco y las niñas me preguntaron:” ¿Te vas?”

-“Si”, respondí.

-“¡Pero si son apenas las 8:30! ¡Tu nunca te vas tan temprano!”

Todos gritaron a coro:” ¡No te vayas, no te vayas!”

Manuel preocupado, me dijo:”Si tu te vas todos se van a querer ir, y mi fiesta se va a ir al agua”.

Yo le pedí disculpas y le dije que me tenía que ir.

Implacable, yo había tomado la decisión de “huir”, rápido, porque no me gustaba nada sentirme así, tan vulnerable ¡Siempre era yo la que dominaba la situación!

No quería sentirme humillada ante mis socios, ni menos demostrar la más mínima turbación.

Yo no iba a ser parte de su corte ¡Jamás!

Al salir, como decía Manuel, varios se fueron conmigo y quedaron solo los dos Patos y alguna que otra que se quedó por él.

Al pasar por su lado cuando íbamos saliendo dijo:

-“¡Se va la Reina, se acaba la fiesta, se va el cortejo!”

Yo ni siquiera lo miré, estaba furiosa.

Llegué a mi casa, me tendí en la cama, luego me acosté, pero no me podía dormir.

Algo estaba pasando en mí, era una mezcla de agrado y furia.

La imagen de Pato, sus palabras, su actitud, su personalidad, su desenvoltura, su manera de tratarme de “usted”, daban vueltas y vueltas en mi cabeza.

Al día siguiente yo estaba rara cuando llegué del colegio y no quise salir a jugar. Me puse a tocar el piano, como todos los días. Me vinieron a buscar para ir a jugar, pero no quería verle la cara al Pato y su petulancia y no quise salir.
Pero no pude tocar, no me podía concentrar, me fui al dormitorio a leer un libro, pero era imposible, el Pato venía a cada rato a mi cabeza. Me daba cuenta que este sentimiento me estaba impidiendo estudiar, leer, tocar el piano, jugar.


-“Esto no puede ser”, me dije, “A mí nadie me va a impedir hacer lo que me gusta.”

Decidí salir y enfrentar la situación. El estaba sentado en el balcón de mi casa, jugando al emboque. Me vieron salir y todos gritaron: “La Toñi, la Toñi” y me abrazaban. Yo les propuse jugar a las carreras alrededor de la cuadra.

Tiré una raya de tiza en el suelo, marcando la partida y con un pito avisaba la partida.

Se pusieron en parejas, los de la misma edad con los de la misma edad.

Entonces el Pato, manos en el bolsillo, se acercó y me habló al oído:

-“Se hizo esperar la reina”

Yo hice como que no lo había oído, pero estaba furiosa para mis adentros.

Partieron los primeros, todos gritaban a su favorito. Así iban echando competencia de a parejas. Al final el ganador recibía un aplauso y un chupete.

Era un griterío. Las niñas les secaban la cara a los corredores y les daban agua.

De pronto, se volvió a acercar a mí el Pato y me pregunto burlón:

- “¿Usted no corre?”

-“No”, respondí, “Ellos son menores que yo ¿Qué gracia?”

-“Entonces le falta alguien de su altura para competir. Yo puedo competir con Ud.”

Sentí que me hervía la sangre mientras hablaba. Es cierto que yo era muy buena corredora, pero el tenía catorce y yo trece, y, además, el era macizo y yo mucho mas delgada.

Pero los niños empezaron a gritar:

-“Si, si, ¡que corra la Toñi contra el Pato!

Y no se callaban.

Yo me arriesgaba a perder mi prestigio de buena corredora ante mis amigos del club. Pero ante tanta insistencia y mas encima como no me decidía, se me acercó y dijo bajo: “¿Me tiene miedo?”

Esto ya me colmó y grité: “Está bien, competiré con él”

¡Bravo!, aplaudieron.

Yo tenía miedo por mi fama de corredora a gran velocidad, no sabía cuanto corría el Pato y a juzgar por todos los deportes que tan bien dominaba y su estatura, capaz que me ganara e hiciera el ridículo ante todos.

Pero ya había empeñado mi palabra y no iba a dar marcha atrás.

Nos pusimos en la línea y mi primo Pato, dio la partida con el pito.

“PARTIERON”, gritaron todos. Gran expectativa por esta carrera de la mandamás contra el Pato.

En cuanto sonó el pito, Pato salió a toda velocidad con los gritos de sus admiradoras.
Yo, en cambio, partí más lento, no quería gastar mi energía al comienzo. En la primera cuadra llevaba una carrera a velocidad moderada, el Pato ya había doblado la esquina. Yo continuaba la segunda cuadra a paso constante el Pato iba como media cuadra delante de mí.


Luego en la tercera cuadra, el Pato comenzó a correr más lento, hasta que lo alcancé y dijo:“Te estoy dejando ganar porque eres niña, yo no compito con niñas”, y se reía.

Yo le respondí: “Eso es típico de cobardes, poco hombres que dicen que se están dejando ganar cuando ya no se la pueden. Tienes miedo que una niña te gane, machito”, le dije, “Yo sé que eres un cachiporra, cobarde”.

Esto lo enojó tanto que salió corriendo a toda velocidad. Yo comencé a apurar el ritmo parejo y mucho más veloz, hasta alcanzarlo en la tercera cuadra.

Faltaba cuadra y media para la meta. Yo aumenté velocidad y el se notaba cansado. Los niños me vieron aparecer primera y empezaron a gritar:” ¡Viva la Toñi! ¡Viva la Toñi!”

Ya estaba a ½ cuadra de la meta y aumenté al máximo mi velocidad de carrera, llegando a la meta Pato venía cansado y transpirando.

Llegó a la meta, cuatro casas después que yo.

Yo, feliz, me alegré, que se tragara sus palabras pero no se lo dije. Solo le dí la mano, como se acostumbraba, y todos los niños me dieron el chupete.

Yo creo que para él fue la humillación más grande, que le haya ganado una mujer.

-“Eso sirvió para que no siguiera siendo tan despreciativo y pedante”, pensé para mis adentros.

Pero en su orgullo dijo:

-“Uno no puede ser primero en todo”, dijo amostazado, “No quiero seguir jugando”, y se fue a su casa.

Pasaron unos meses y Pato ya estaba completamente rendido de amor, no le importaba disimular sus sentimientos.

Le había contado a mi primo. Pasaba toda la tarde esperando que yo estudiara piano, hiciera las tareas, sentado en mi ventana esperando que yo saliera. Don Aldo el almacenero italiano de la esquina, le contó que a mí me encantaban las calugas de leche, entonces el Pato todos los días le compraba y le contó a él sus sentimientos. Don Aldo le puso a las calugas “calugas Antonieta”. Yo quería morirme de vergüenza cuando me lo dijo. Detestaba que anduviera publicando manifestando públicamente sus sentimientos, que en el “Slam-book” pusiera que me amaba que yo era su vida, su sol y un sartal de cosas más.

Pero a mí no me decía nada porque yo no le daba oportunidad y cada día me sentía mas acosada por él y yo me moría de vergüenza cuando los niños le hacían tallas y a él no le importaba nada. Se mostraba tan rendido que parecía esclavo.

Un día fuimos al cine “Baquedano” todo el club y yo me aseguré de sentar a Wilfred a un lado mío y a Lily al otro. Pero de pronto sin darme cuenta estaba a mi lado sentado.

-“¿Y Wilfred?”, pregunté.

-“Es que ella me cambió el puesto porque yo quería sentarme a su lado”, me dijo.
Yo estaba nerviosa, Patricio me desconcertaba, a la vez me gustaba y lo rechazaba. Entonces él me dijo:


-“¡Que pelo tan lindo tienes!”

Y me lo empezó a acariciar. Yo creía que el corazón se me salía por la boca. Luego me tomó la mano, tembloroso.

-“¿Por qué es tan esquiva conmigo?”, decía mientras se acercaba y acariciaba mi mano. Se acercó a mi oído y me dijo:” ¿Puedo decirte Toñi como los demás?”.

“Toñi, Toñi”, repetía suavemente.

Después de ese acercamiento yo comencé a sentir unos extraños sentimientos cada vez más violentos contra él. Él me enfurecía y a la vez me encantaba. Yo no comprendía porqué.

Luego puso su cabeza en mi hombro hasta terminar la película. En cuanto encendieron las luces yo lo separé bruscamente.

Otro día estaba tocando piano y el Pato, como yo no salía a jugar, me empezó a gritar, desde el tragaluz, que saliera.

Yo le grité que se bajara de ahí y que estaba estudiando, y como él insistiera en volver a hablarme por el tragaluz. Yo me levanté con tanta furia y cerré con todas mis fuerzas el tragaluz, no dándole tiempo a bajarse y le apreté los dedos con el tragaluz. Sentí un puro quejido y se cayó al suelo.

Yo estaba tan furiosa que ni siquiera fuí a verlo, ni le pedí disculpas. El no me dijo nada. Supe que se fue a poner los dedos en hielo y nada más.



Esta situación, que yo no podía entender ni controlar, empezó a afectar de tal manera mi vida, que hasta asco empecé a sentir por él.


Me sentía como acorralada, acosada, ya no podía estar tranquila nunca. No podía estudiar, ni el colegio, ni el piano, ni leer, ni programar actividades para el club. Tenía como un “bloqueo”. Odiaba que él aguantara tanto desprecio sin decirme nada, como si fuera un ser despreciable que yo tenía que aniquilar.

Pero, para mí, lo que más me molestaba era su sumisión en público, que parecía que disfrutaba que yo lo dañara frente a los demás.

Cada vez que jugábamos naciones era lo mismo. Siempre estábamos en equipos opuestos y ambos éramos los goleadores.

Entonces él, con la puntería y la ira que tenía, se desquitaba con mis compañeros de equipo, que eran todos menores que él y que yo los quería mucho. Los mataba con unos pelotazos tan formidables, que algunos caían hasta el suelo del dolor. Yo sentía su ira y comprendía que, cobardemente, se desquitara con ellos y no conmigo.

Ellos iban ganando lejos, porque el Pato los mataba a todos de la misma forma. Luego quedaba sólo yo que era la goleadora y me preparaba para que me disparara, pero no, a mí me entregaba suavemente la pelota en las manos regalándome la jugada.

El quedaba en evidencia, que me estaba regalando el juego, pero a él no le importaba, igual como hizo en la carrera.

Todos sus compañeros lo retaban y le gritaban insultos, que me estaba regalando el juego, que estaba baboso por mí, etc.

Después que había por poco masacrado a mis jugadores, a mí me tiraba la pelota a las manos. Yo, enfurecida por su actitud, le gritaba insultos

-“¿Qué te pasa, manos de muñeca? No necesito que me regales la pelota. Idiota ¡Tira como hombre!”

Pero el no hacía caso, continuaba con esa actitud, hasta que yo maté a todos sus compañeros y ganamos. Pero era un triunfo que era una ofensa, un insulto, porque el me regalaba los tiros y me humillaba públicamente, porque todos le hacían burla, que estaba enamorado de mí, y lo retaban porque los hacía perder. Y todos mis compañeros quedaban adoloridos con los pelotazos feroces que les daba él.

¡Yo no hallaba que hacer! ¡Era una confusión de sentimientos!

Un día le dije:

-“¿No eres tan machito? Métete con las de tu porte y no te desquites con las niñas pequeñas. Cobarde, mano de guagua ¿No te da vergüenza las cosas que te dicen los niños? ¿No tienes dignidad?”

-“Ante usted, mi reina, no tengo dignidad, no valgo nada, no me importa lo que me digan, pero a Ud. yo jamás la tocaría, ni con el pétalo de una rosa ¿Cómo se le ocurre que yo la voy a quemar a Ud.?, me respondió.

-“Estúpido”, le respondí y me fui furiosa.
Pensé y pensé en mi casa como terminar con esta situación humillante, entonces al otro día dije:


-“Juguemos a las naciones”

Todos se miraron y como que nadie se animó a exponerse de los de mi equipo.

-“Muy bien”, dije, “Jugaremos los que quieran jugar”

Sólo se ofreció Pato, Patricio, mi primo, y Wilfred.

Éramos cuatro jugadores, dos goleadores y dos jugadores, pero esta vez puse a Wilfred de goleadora mía y Pato como goleador adversario y mi primo como único jugador. Nadie entendió este juego tan raro.

Comenzamos nosotras, Wilfred me pasó la pelota a mí, como habíamos quedado, no trató de quemar a mi primo. Luego yo tomé la pelota y maté a mi primo. Le tocaba salir a jugar a Pato.


El juego no duró un minuto, porque a mi primo lo maté al tiro. Luego entró Pato al juego y como era su costumbre, cuando yo disparaba el no se movía del puesto y se dejaba quemar por mí, sin defensa. Entonces yo con toda mi furia acumulada, tomé impulso y disparé contra él con la mayor fuerza que pude y tiré la pelota en la parte más “delicada” del hombre.

Pato cayó de rodillas al suelo doblado del dolor, sus ojos se enrojecieron y se le cayeron las lágrimas.

Mi primo y otros niños lo fueron a levantar y lo llevaron a su casa. Y se acabó en tres minutos el juego.

Yo me quedé parada como una esfinge, sin la menor demostración en mi rostro. Wilfred me miró y pareció comprender mis sentimientos. Me tomó de la mano y me llevó a mi casa, como quien lleva a una enajenada.

No me preguntó nada, no me criticó nada, no me habló nada. Sólo me miró y al despedirse me dio un beso y me dijo: “Tienes las manos heladas”.

Entré en la casa como una autómata, me senté en la cama y mis lágrimas empezaron a correr:

-“¿Por qué hago esto? ¿Por qué lo rechazo? ¿Por qué esta furia? ¿Por qué no puedo aceptar su amor?”, me preguntaba, “¿Por qué no puedo manifestarle mis sentimientos verdaderos, mi amor, mi admiración, mi ternura?”

Y parecía escuchar una voz dentro que me decía:

-“Nadie puede tocar tu cuerpo. El sexo es asqueroso”

Por eso yo, inconscientemente, lo quise matar a pelotazos y defendía mi corazón como una coraza, dura como una roca.

Después de este episodio, yo sentí miedo de mi misma, pensé que estaba loca, que algo me pasaba y decidí mejor echarlo del club y así terminaría todo, porque estaba segura que el nunca se iba a rendir.

Pensé bien lo que le iba a decir cuando me lo encontrara. Pasaron dos días que nadie vio al Pato.

Después de esos dos días, iba yo a mi colegio en la tarde y lo veo atravesar la calle y dirigirse hacia mí y tomando mi brazo con fuerza me dijo:

-“Necesito hablar contigo”

-“Pero yo voy al colegio y estoy atrasada”, respondí nerviosa.

“Te acompaño entonces y conversamos en el parque”

-“¡Pero no puedo faltar a clases! ¿No puede ser en otra ocasión?”

-“No”, respondió, “Tiene que ser ahora. Faltarás al colegio, esto es mas importante”, dijo sin soltar mi brazo con fuerza.
No hallaba que hacer. Por un lado yo también necesitaba hablar con él, pero por el otro, lo temía.


Caminamos hacia el parque en silencio y cuando llegamos, tomó mi bolsón, lo puso en la banca y me empujó hacia el asiento y se sentó frente a mí, inquisidor, mirándome a los ojos:

-“Quiero saber por qué me odias ¿Qué te he hecho a ti? Yo te quiero, pienso todo el día en ti. Incluso hasta voy a perder el año por ti, no puedo estudiar ¡Y no entiendo que hago mal! ¿Que te molesta de mí? Sólo pienso en ti, tú eres todo para mí. He tratado de demostrarte mi amor de mil formas y tú no haces más que rechazarme, ofenderme, maltratarme ¿Qué tienes contra mí? El otro día me tiraste la puerta del tragaluz en las manos, ¡Mira como me las dejaste!”, y me mostraba sus dedos dañados, “Dime que hago mal que yo lo eliminaré al tiro. Anteayer me golpeaste brutalmente en una parte muy delicada del hombre, tú lo sabes. Sin embargo en el cine parecías aceptarme y luego cambiaste bruscamente ¿Por qué eres así? Yo se que tu no eres una niña mala, al contrario, yo te admiro y hasta siento celos por lo tanto que quieres a los niños, por eso me desquito con ellos, por celos.”

La verdad es que yo me había hecho mil veces esa pregunta:” ¿Por qué soy así? ¿Por qué no creo en el amor ni en la bondad de nadie, sobretodo los hombres? ¿Por qué este rechazo violento hacia alguien que yo quiero y que nunca me ha hecho ningún mal?” No tenía respuesta. Sólo dije:

-“Pato, mejor es que te olvides de mí y seamos amigos no más, porque yo no quiero seguir haciéndote daño. Yo tampoco tengo una respuesta a porqué tengo este rechazo, esta ira sin control. Yo tampoco me entiendo, perdona, no es tu culpa. Tu no tienes nada malo, al contrario, eres una persona buena que me trata con cariño. Si es a mí a la que le pasa algo raro. Seamos amigos mejor ¿Ya? Ojala te alejes del club y tengas otras amigas que, estoy segura, te van a querer como tu mereces.”

Lo besé en la mejilla y me fui. El se quedó plantado mirándome, restregándose las lágrimas con la manga.

El Pato se fue del CLUB. Un año mas tarde me encontré con él, era un jovencito de 15 años. Ya hacia un año que no nos veíamos, yo tenía catorce años.

El tuvo otros amigos, creció, se puso más hombre, le cambió la voz, estaba mucho más atractivo. Ya andaba en fiestas con amigos y amigas.

Yo también crecí, mi cuerpo ya no era el de una niña. A los catorce años tenía un cuerpo muy atractivo y contorneado, aun conservaba el pelo negro y largo.

El CLUB comenzó a desintegrarse poco a poco, unos se fueron, otros crecieron, etc.

Yo comencé a tener otros intereses. Estudiaba piano, hacía clases particulares. Comencé a ganar mis primeros pesos enseñando a niños con dificultad de aprendizaje escolar. Silvia se cambió de barrio.

Sólo quedaba mi amiga Wilfred, que fue mi amiga toda la vida.

Continuaba en el colegio, no perdí ningún año, pero nunca tuve ninguna amiga, ni me podía entretener inventando actividades para el CLUB ya.

Continuaba sola en los recreos y mi única compañía era la Virgen que visitaba todos los recreos y le contaba mis penas.

Mientras tuve el CLUB, llevé una doble vida, una “feliz” en el CLUB del barrio y otra “infeliz” en el colegio.



(1963, 23 años)

Y como esta vida es tan rara y el mundo es mas chico que un pañuelo, nos volvimos a encontrar en una fiesta de María Elena Dovauchelle, que era amiga mía, y no tengo idea como apareció él, en la fiesta. Ya tendría el unos 24 años y yo 23 años.

Parecía un encuentro de película norteamericana. Hacia una hermosa noche de luna y tuve deseos de ir a fumarme un cigarro al patio, que estaba solo. Estaba mirando la luna y fumando y escuché tras mío una voz familiar que dijo:”Círculo en la luna, novedad ninguna” y una mano que se posaba en mi hombro, por detrás me dijo:” ¡MARIA ANTONIETA!”.

Yo no me moví del asiento al oír la voz, la reconocí al instante y se escuchaba la música desde el living que tocaba:”Love is the many splendor thing”, una de mis canciones favoritas, por lo romántica.

Me puse de pie y no lo podía creer: “¡PATO ALVAREZ!”, dije, “¿Qué haces tú aquí?

-“La misma pregunta te hago yo a ti ¿Será el destino que nos quería juntar?”, dijo riendo. Me tomó de la mano y dijo: “Bailemos jefa”.

Yo sentí un estremecimiento, me cogió de la cintura con la misma firmeza de entonces. Yo estaba como viviendo un sueño. Tantas veces pensé volver a verle, darle alguna explicación, decirle que yo también lo amaba, que me perdonara. Tantos años pasaron y ahora se dió la ocasión. No podía creerlo parecía una película, estaba frente a mí otra vez, bailando apretado como acostumbraba y con aquella sonrisa burlona que yo tanto recordaba. De pronto me dijo:

“Yo te amé mucho cuando era chico y tu me trataste muy mal”

“Es verdad Pato te traté muy mal y me faltaron años para arrepentirme”, le dije, “Yo también te quería y no sé porqué fui tan estúpida. Perdóname. Lo único que deseaba era encontrarte en la vida, para decirte que te quise mucho y que me perdonaras”.

A pesar del tiempo la atracción que había entre los dos no había muerto. Bailamos toda la noche. Fue una noche de cuento romántico, apasionado, de recuerdos, de risas y también de lagrimas.

Me vino a dejar en el auto. Se despidió con un largo beso, como que se estuviera despidiendo para siempre.

A los dos días después fue a mi casa con toda la decisión de conversar conmigo. Lo recibí en el living. Él estaba nervioso, se paseaba y fumaba y no me hablaba nada. Yo entonces le dije:

“Bueno y ¿que querías hablar conmigo? ¿Por que no te quedas quieto?

El hizo un esfuerzo y como siempre fue tan frontal dijo:

“Lo nuestro es imposible. Anoche no te lo pude decir porque era echar a perder ese momento mágico, donde nos sentimos envueltos, como que el tiempo no existiera. Todo era tan extraordinario, volverte a encontrar, la luna, la noche, la música, evocar el pasado, la declaración de tus verdaderos sentimientos que siempre negaste. La felicidad de volverte a encontrar y por primera vez sentirme correspondido al fin por ti. Era una nueva María Antonieta, muy distinta, que me respondió, con pasión, con sinceridad. La otra sola me maltrató y me rechazó. Fue una noche inolvidable. Pero hoy, bajo ha realidad, tengo que decirte la verdad. Tu sabes que no soy un hombre para engañar, no va conmigo ¡Es tristísimo para mí!”, y se le cayeron las lágrimas, “Después de tanto tiempo de rechazo, encontrarme ahora que tus sentimientos eran igual que los míos. Pero ahora no puede ser, no puede ser”, repetía.

“¿Qué pasa Pato? ¿Eres casado? ¿Es eso lo que me has ocultado?”

“No aun”, respondió, “Pero me tengo que casar”

“¿Cómo es que te” tienes” que casar?, pregunté.

“Porque tengo una polola embarazada y no la puedo dejar con un hijo mío”

“Pero, ¿la quieres?”

“Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer”.

“Pero, ¿la quieres? ¿O te casas por cumplir?”

“Eso no interesa. No podría ser feliz con la infelicidad de otros. Yo no soy un hombre para abandonar a una mujer embarazada y a un hijo mío”

“Pero, ¿Tu aún me amas?, pregunté, “Aquella noche parecía que me amabas, como siempre ¿O estabas fingiendo?”

“Tu sabes que no sé fingir. Cuando te amé lo proclamé a cuatro vientos, sufrí como animal y tú me trataste con crueldad. Ahora han pasado DIEZ AÑOS y te encuentro de nuevo como una aparición y parece que el tiempo no hubiera pasado, mis sentimientos estaban aún en mi corazón. No sé porqué justo ahora este encuentro, ahora que ya nada se puede hacer. Yo jamás iría contra mis principios.”

“¡Qué curioso!”, le dije, “Me pregunto entonces para qué Dios quiso que nos volviéramos a encontrar si ya nada se podía recuperar.”

“No sé, no sé. Cosas de Dios, tú eres la que sabe ¡Qué sentido tiene este encuentro!”

Yo también sentí que mis lágrimas corrían:

“Yo tampoco entiendo qué sentido tiene, pero es claro que no es para continuar juntos. Tal vez era sólo para reconciliarme contigo y para que tú supieras que tenías razón y yo estaba equivocada. Bueno Pato, adiós, que te vaya bien, te deseo todo el bien del mundo”, le dije.

El sólo atinó a decir:“Perdóname, perdóname”.

Después de aquella tarde nunca más nos vimos.


CIERRE DE CAPITULO

2009, 69 años

“Mi primer amor, el Pato Álvarez”

Como antes dije en el capitulo XXVII(“Los famosos parientes de mi padre”), después de estas vivencias “traumáticas” de los 12 años para adelante, yo comienzo a tener muchos problemas en mis relaciones amorosas con el sexo opuesto a raíz de este “bloqueo mental”, que me produjeron estos parientes para toda la vida.

Pato es el primero que sufre mis maltratos brutales e inexplicables a la edad de trece años. Esta conducta mía quedó para siempre en mi mente como algo que nunca entendí y me preguntaba cada vez que me ocurría:” ¿Por qué actúo así?”, sin obtener jamás una respuesta.

Largos años de terapia me han esclarecido que la “raíz” de todas mis relaciones amorosas fracasadas y conflictivas, venían de estos hechos, agregada la “represión social, familiar y escolar” expresada a través de “sueños” interpretados con posterioridad.

Por salud mental, mis terapeutas recomiendan ir cerrando estos capítulos dolorosos de mi vida, una vez entendida la razón que los produjo.

Debo dejar atrás como superado y sanado en mi mente y mi corazón y seguir adelante con mi vida. Ya no más “culpas”, “remordimientos”, “arrepentimientos”, ni sentirse “perversa”, “malvada”. No mas preguntarme:” ¿Por qué lo hice?”.

Solo puedo responderte querido Pato que: yo también fui una “VICTIMA” que sufrí toda mi vida, estas dolorosas relaciones a causa de estos hechos. Tu fuiste el primero que padeciste, por eso te digo que gracias a ti, que me diste un amor tan dulce, tan generoso, tan sensible, tan bueno y tierno. Gracias al recuerdo de éste, tu primer amor, que no terminé en la “AUTODESTRUCCIÓN TOTAL”.

Tú me salvaste de vivir la vida entera odiando, dudando, rechazando, destruyendo el amor sin contemplaciones, porque cuando comenzaba a “destruir otra relación” siempre recordaba que ese, el primer amor, fue puro, sencillo, sincero, inocente, en extremo generoso, y eso me hacia volver a creer que algún día encontraría otra vez ese “amor redentor”.

Gracias Pato, porque ese amor primero, me llevó a encontrar, por fin, el verdadero amor en mi esposo.

Gracias porque a través de ti pude reconocer un verdadero amor en mi vida, gracias a esta llamita de fe que pusiste encendida en mi corazón.

GRACIAS y perdóname por tanto daño. Que el Señor te regale tanto amor como tú supiste dar en la vida.

Donde quiera que estés, en el Cielo o en la Tierra, recibe mi eterna gratitud.

jueves, 29 de julio de 2010

Capítulo 39: “Mis Primeros problemas de Salud”

Fecha: 1953, Edad: 13 años

   A los 13 años, comenzaron mis primeros “problemas de Salud”. Desde los 10 años, sufría dolores de cabeza pero eran tolerables. Pero llegando a los 13 los dolores se pusieron cada vez más fuertes, tenía que tomar calmantes, para poder estudiar.

         Todo comenzó desde la “caída del caballo” que me golpee la cabeza 2 veces.

   Pero cuando cumplí 13 años, un día venía saliendo del Colegio y me siento mareada con un frío intenso, las piernas congeladas y una sensación angustiosa, ganas de llorar y mucho desánimo.
   No me atreví a cruzar la calle y decidí ir a casa de Wilfred, que quedaba a unas cuadras de mi Colegio, pero en el camino, me sentí tan mal, que me daba vuelta la cabeza, un vacío en el estómago y como que me iba a desmayar, hice un esfuerzo por llegar donde Wilfred y al llegar a la reja, me desmayé.

   Desperté en su cama, cuando abrí los ojos, veo a Wilfred a mi lado y a Olga, su mamá que decía: “tráiganle algo caliente, esta congelada esta niñita
    Luego, de tomar té caliente y con la bolsa caliente, que me pusieron, me sentí mejor. Llegó mi hermana a buscarme, Wilfred me prestó un chaleco y tomamos un taxi.
   Mi padre me llevó al Doctor Sabaj: que me diagnosticó: problemas de tiroides que provocó una baja brusca de presión. Luego preguntó, si había tenido algún problema o discusión.

   Yo me asusté con la pregunta, no estaba acostumbrada a hacer, confidencias a nadie, pero el Doctor me dió confianza y me puse a llorar, pensando que en verdad estaba angustiadísima con todo lo que estaba viviendo con Pato Alvarez, me sentía acorralada, desconcertada, con emociones opuestas, amor-odio, sin comprender nada lo que me estaba pasando.
El Doctor habló con mi mamá y le pasó la receta diciéndole que había tenido una baja de presión y me recetó por una semana:
   Inyecciones de Neurobionta y que tratara de averiguar qué problemas tenía yo: Tal vez en el colegio, en la casa, con amigas, etc.

Mi mamá llegó indignada con el doctor contándole a mi papá, que no le había gustado el doctor, porque, ¿Qué tenía que ver una baja de presión, con problemas?, ¿Qué le dijiste tú? Me preguntó. ¿Qué tenías algún problema? Yo me espanté imaginando que tal vez el doctor le conversó algo a mi mamá. Pero, comprendí, que ella, no sabía nada de mi conversación y respondí tranquila:
No, es que ese Doctor es muy viejito

   Una vez conversando con Wilfred, ella me recomendó, que mejor le pidiera al Pato que se fuera del Club, porque a mí, el Pato me hacía mal, ya no era la misma Toñi de antes y le hice caso, le pedí que se fuera, yo ya no sabía qué hacer para solucionar el problema.

A continuación en el capítulo n: 40 llamado” El Pato Alvarez”, relato la historia entre Pato y yo.

CAPITULO 38: “El asalto”

   Mi tío René, hermano de mi papá, vivía en Concepción y cuando venía a Santiago, lo único que le interesaba era divertirse, le encantaba ir al “Club Hípico”, al “Bim-Bam-Bum”, la vida nocturna, ir a Restaurant etc.

   Tenía un amigo que lo acompañaba en todas sus salidas: Don Humberto Duvauchelle, padre de los actores de la “Compañía de los cuatro”, ellos eran franceses.

   Esa familia eran amigos nuestros, la esposa de Don Humberto, Sra. Nina, amiga de mi mamá, los 3 hermanos Duvauchelle, amigos de Alicia y María Elena y Tito, amigos míos.

   Cada vez que ellos iban a nuestra casa nos divertíamos mucho y cuando venía a visitarnos el tío René, casi siempre, él y Don Humberto, tenían alguna historia divertida que contar.

   Un día contaron que salieron juntos de “farra” y cuando volvían del Club Hípico, medio mareados a las 5 de la mañana, venían felices cantando, a plena voz, que habían ganado150 pesos, en los caballos.
Los dos amigos abrazados caminando con dificultad cantaban:

   “Platónico, platónico, gracias por el billetito caballito bendito” y mostraban el billete, felices.
   De pronto, dos hombres, los atajan en una calle obscura y los apuntan con un cuchillo:

     "A ver, a ver, muéstreme el billetito angelitos benditos" y se reían.


   Los dos curaditos, se detuvieron sorprendidos y pararon bruscamente el cantito. Don Humberto, que siempre fue muy conciliador les dijo: “¿Cual es el problema amigo? Si todos podemos compartir, alcanza para todos”
Pero es que a mí no me gusta repartir, dijo, el delincuente con el cuchillo, saltarín el billetín no más, si no quieres que te corte el paño” amenazó, poniéndole el cuchillo en el rostro.
Don Humberto aterrorizado respondió: “Está bien, está bien, aquí lo tienen” y se lo pasó, de inmediato.
Hasta luego” Dijo el tío René, que lo único que quería era, arrancar, pero el tipo se le acercó más y le dijo: “Espera, espera canario, sabís que no está nada malo este ternito, te lo vay sacando nomás” y el pobre tío comenzó en plena calle a desvestirse, hasta quedar en calzoncillos, hasta los zapatos, se los quitaron a los dos.

Cuando se vieron solos, se miraron a pata pelada y en calzoncillos, tiritando de frío. Pensaron un momento y el tío dijo a Don Humberto:
Hagamos que somos deportistas compadre, vámonos trotando, por el medio de la calle”
Eso hicieron y se fueron trotando hasta llegar a casa de Don Humberto, tocaron el timbre apurados, Don Humberto gritó: “¡Nina, Nina!”

   Se asomó la Sra. Nina por la ventana y al verlos sin ropa exclamó:
¡“Dios mío, lo que me faltaba”! Salió de la ventana y al revés de lo que ellos esperaban que les abriría la puerta, ella fue a buscar frazadas y se las tiró del segundo piso por la ventana y dijo:
Para que no se congelen, par de sinvergüenzas” y cerró la ventana con furia.

   Ante tal ruido y alboroto, Humberto y Héctor, se levantaron a averiguar qué pasaba y se asomaron a la ventana, viendo a su Padre, al tío, en calzoncillos, lo mejor que se les ocurrió hacer es largarse a reír como locos.
   Don Humberto suplicaba que les abriesen la puerta, pero conociendo el carácter de su mamá ninguno de los dos, se atrevía a desobedecer sus órdenes.
Ábreme Humbertito por favor, decía don Humberto, nos estamos congelando
Le suplicaba a Humberto hijo porque sabía que era más débil de carácter. ¡Era un espectáculo ridículo!

   Humbertito conmovido fue a abrirles la puerta, en puntas de pie, los hizo entrar en silencio, los escondió en un closet, para que su mamá no los viera, les trajo vino y sándwich y les rogó que no hicieran ningún ruido para que la señora Nina no se diera cuenta, que él había desobedecido sus órdenes.

Al día siguiente la señora Nina los pilló durmiendo en el closet, comprendió que Humbertito, los había hecho entrar. Los despertó y les dijo:
Levántense de ahí, par de idiotas, vayan a bañarse y vengan a tomar desayuno

Y regañando por el pasillo advirtió:
"Y no me cuenten ninguna historia, ni me hagan ninguna promesa"

CAPITULO 37: “Los Duvauchelle , los Impulsos”

Año: 1953, Edad: 13 años

   Cuando yo tenía 13 años, conocí a los hermanos Duvauchelle, actores, fundadores de la “Compañía de los 4” eran: Humberto, Hugo, Héctor Duvauchelle, que visitaban mi casa frecuentemente y nosotros la de ellos, nuestros padres eran amigos de sus padres.


    Esa fue la primera vez que unos artistas me orientaron en sentido que mi vocación era el arte.
   Fueron los primeros “impulsos”, que yo tuve en esa vocación, gracias a ellos, porque de mi papá solo oía solo críticas negativas hacia los artistas en general: que el arte no servía para nada, que eran unos muertos de hambre, que, eran todos homosexuales etc.

   Nunca permitió que yo estudiara ninguna carrera relacionada con arte.
    Los Duvauchelle admiraban todas las actividades artísticas que realizábamos en el Club, donde participaba también su hermana menor, que también es actriz hoy día; María Elena Duvauchelle.
    Ellos me entusiasmaron y elogiaban todas las iniciativas que yo tenía en el Club.

    Yo me acuerdo que en ese tiempo yo leía “El Peneca”, una revista muy entretenida y educativa que tenía de toda clase de series. Yo estaba muy impresionada con una serie que se llamaba “Teresa, la hija del Mar”, donde ella pasaba por toda clase de aventuras, de las cuales resultaba herida gravemente. Yo me sabía de memoria los diálogos de los personajes y los representaba en forma dramática y como era la única actriz en la obra hacía todos los personajes.

   Los 3 actores, Carmen, Jaime Montecinos y mi hermana se sentaban como en platea, a ver la actuación de “Teresa, la hija del Mar”. Mi “público” se reían hasta llorar y aplaudían a rabiar. Ellos gozaban viendo los esfuerzos que yo hacía para representar a uno y otro personaje, los cambios de voz y vestimenta, al mismo tiempo el dramatismo exagerado de la heroína, muriendo en los brazos de su amado, las fogosas escenas de amor con los ojos blancos etc.

   Al finalizar la obra, yo hacía una reverencia y ellos gritaban y aplaudían con mucho entusiasmo; ¡bravo, bravo! gritaba Humberto Duvauchelle: ¡Ha nacido una estrella!
 Hugo decía que estudiara Teatro, que tenía gran facilidad para recordar los diálogos textualmente, ¡que eso era admirable!

 Héctor, me abrazaba y me decía:
  
Tienes pasta para el arte” “niña, ¡estudia arte!”
 “¡Tienes tanta imaginación, que podrías hasta ser escritora!”
 “¡Alicia, tienes una hermana con mucho talento!”
 “Eso lo sé, decía Alicia, díselo a mi papá”
   Jaime (el Rola-rola) decía: “ Ay qué ñoco, como el tío no la va a impulsar si esa es su vena!”
   Y Carmen no paraba de reír y hasta lloraba de la risa por mi obra.

    Ellos fueron los “Primeros impulsos Artísticos” que yo recibí en mi vida de los Duvauchelle.
   Yo les agradezco mucho sus opiniones porque ellos eran profesionales que me orientaron y me animaron a tener confianza en mis aptitudes.

  
GRACIAS AMIGOS, POR SU ÁNIMO”




Mis amigos Duvauchelle

martes, 27 de julio de 2010

CAPITULO 36: “Mi hermana Alicia”

   Ahora pongo aquí, a mi hermana, porque estoy mencionando a los miembros de mi familia con sus características: mi padre, mi madre, mi hermano, pero yo antes también la mencioné en mi infancia, ella fue una segunda madre, para mí, que siempre estuvo apoyándome, aconsejándome, consolándome en los momentos más duros de mi vida.

   Yo soy una eterna agradecida de mi hermana, siempre hemos sido "muy hermanables", trabajamos un tiempo juntas, fuimos al mismo Colegio, pasamos juntas muchos momentos buenos y malos.

   Ella me alentó siempre porque yo no tenía su carácter fuerte, decidido, desafiante, valiente. Yo siempre he sido una admiradora de mi hermana. Es extraordinariamente talentosa, no solo tiene una bellísima voz sino que es una poetisa increíble, escribe “poemas”, sin levantar el lápiz, sin correcciones, su prosa, es absolutamente impecable.

   Ella siempre estará apareciendo en diversos capítulos, porque ella siempre ha estado en mi vida.

   Me acuerdo cuando tenía diez años, ella jugaba “chueca”, que es un juego araucano, que se juega con un palo, doblado en la punta, pero mis hermanos jugaban con un palo de escoba.

   Para mostrar un poco el carácter fuerte de mi hermana, narro aquí un partido que ella estaba jugando donde iba perdiendo, de pronto le llegó un palo fuertísimo en pleno ojo, que le comienza a sangrar copiosamente. Ella se limpió con la manga y siguió jugando roja de ira, lo único que veía era que estaba perdiendo y eso la cegaba de furia. Los jugadores al verle sangrando tanto, le dijeron: “Alicia, vamos a parar el juego, estas sangrando”. Ella no quiso, por ningún motivo, lo único que quería era meter la pelota en el arco y hasta que lo logró, no paró.

   Todos quedaron desconcertados por su porfía de seguir jugando en ese estado, pero ella se continuaba secando el ojo que sangraba cada vez más, con su manga y continuó jugando hasta llegar al empate.

                                                          ¡Era realmente increíble!



“La señorita Marina y mi hermana Amonpa”

   La señorita Marina era nuestra profesora de Historia. Ella era muy especial, a pesar de ser muy estricta como maestra, pero tenía un gran sentido del humor. A mi hermana, la conocía muy bien y le hacían gracia las ocurrencias de ella.

   Un día mi hermana tenía “prueba de Historia” y como no le gustaba el ramo, no había estudiado nada. La señorita Marina, era una experta en pillar los torpedos de las alumnas, se paseaba toda la hora de la prueba de manera que era imposible, usar ese recurso, del cual Alicia y sus amigas eran entendidas. Alicia sabia que con ella, no valía este subterfugio, estaba desarmada.

   Pensaba y pensaba, qué hacer… ¡ah! Se le ocurrió una idea.

   Le explicaré en la prueba, que no pude estudiar porque murió mi abuelita. Y se puso a escribir una larga carta, relatando con toda clase de detalles, la muerte su abuelita, para lograr que le hicieran la prueba en otro día. Luego, entregó su prueba, esperando el perdón.

   Cuando llegó señorita Marina con el resultado de las pruebas, comenzó a leerlo en voz alta. Alicia esperaba ansiosamente, la respuesta a su petición de aplazamiento de la prueba, pero la respuesta no apareció sino hasta el final. Entonces señorita Marina, se puso de pie al centro de la sala de clases con una expresión picaresca y dijo dos veces fuerte en voz alta: ¡“Fuerte el 1 para Amonpa”!

   Interesante alumna, cuyo nombre, no sabemos, le he puesto “un 1 fuerte” y no "un 1 débil ". Como es tan conmovedor este relato y tan increíble que una abuelita muera por tercera vez, leeré a continuación, la trágica muerte de la abuelita de “Amonpa”. Y se puso a leer la carta, delante de todo el curso.

Querida Señorita Marina:

   Leyó sonriendo, me ha sido imposible estudiar la prueba, por la tragedia de la muerte de mi abuelita, era tanto el sufrimiento, estoy tan afectada que no pude concentrarme en estudiar etc. etc. Y comenzó a relatar una serie de fantasías de una espantosa muerte.

   Señorita Marina con mucha ironía leía y gesticulaba expresando con sus manos la larga carta y pronto se empezó a escuchar un murmullo entre las alumnas, unas risitas solapadas, obviamente sospecharon que “Amonpa”, era Alicia.

   Desde ese día, mi hermana Alicia quedó con el sobrenombre: Amonpa.


"La Operación sin Anestesia "

Fecha: 1950, Edad: 10 años

   Mi hermana Alicia, cuando tenía 13 años, tuvo un problema con los cornetes de su nariz, no podía respirar bien, se ahogaba la pobre y dormía muy mal. Este le estaba provocando muchas molestias. Mi Papá la llevó donde un familiar nuestro, que era cirujano Otorrino, el doctor Camilo Castellón.


   El doctor la examinó y le encontró un problema en los cornetes de la nariz que había que intervenir quirúrgicamente para que ella pudiera respirar bien, era necesario enderezar esos cornetes. Se fijó la fecha para la operación.

   Llegó el día, Alicia estaba lista para ser operada acostada en la camilla del pabellón y ve entrar al tío con una inyección para la anestesia en su mano, entonces abre enormemente sus ojos y le grita:
                         "¿no pensará que usted me va a poner esa inyección a mi?"
   El doctor quedó sorprendido y respondió: “hija, esto va a ser muy sencillo, pero es necesario hacerlo con anestesia, sin anestesia sería imposible, te dolería mucho y yo no podría operarte, tienes que estar sin moverte, ¿comprendes?”

NO, NO, NO” gritó Alicia; “¡A mí nadie me pone inyecciones, les tengo terror!” Y se paró de la camilla, arrancando del doctor.

   El doctor miró a mi papá, levantando los hombros, interrogante. Mi papá molesto con Alicia, la tomo del brazo y le explicó las consecuencias que tendría si ella no se operaba; por ejemplo que se podía quedar sin respiración y ahogarse un día.
   Era absolutamente necesario, que el doctor Castellón le pusiera anestesia, así, ella se iba a dormir y no sentiría ningún dolor. Pero no había caso Alicia roja de ira se negaba rotundamente a la inyección.
   El doctor preguntó a mi padre:

   ¿Qué podemos hacer?, nunca me había tocado un caso igual.

   Conversaron entre ellos, aparte, mi padre estaba terriblemente alterado con la molestia y como padecía de úlceras, se sostenía el estómago de dolor.

“¡Qué hacer con esta niñita!”, decía angustiado.

   Entonces Alicia pensó ¡algo asombroso!:“¡QUE ME OPEREN SIN ANESTESIA Y SE ACABÓ!”`

   El doctor Castellón no podía creer lo que escuchaban sus oídos. ¡Pero estás loca, yo no podré operarte si tú te mueves un centímetro, yo puedo cometer cualquier error fatal, además, no soportarías el dolor!

"Siii yo lo soporto y no me moveré ni un centímetro, opéreme no más, le juro que no me moveré, yo soy valiente" y miró al doctor con decisión. El doctor miró a mi papá interrogante. Pensó unos instantes, rascándose la barbilla, nerviosamente y mirando a Alicia.

    Es grave esta situación, si ella continúa como está, esto iría degenerando hasta obstruir el conducto respiratorio totalmente, entonces requerirá atención de emergencia. Y eso será peor.
   "Esta niña es muy rara, es capaz de soportar cualquier dolor como si fuera una araucana", pensaba en voz alta, mi padre.
   Pasó unos minutos de deliberación y mi padre dijo: “Opérala no más, peor sería sino se opera, ella se lo buscó”
   El doctor dudaba, yo nunca he hecho una intervención así, decía. ¿Y si se mueve o se desmaya?
"No me voy a mover ni desmayar ", gritaba Alicia.

Por fin, decidió el doctor; “la opero

Mi papá fue donde Alicia y le dijo: “muy bien, en vista que estás loca, el doctor te va a operar, pero no será responsable si quedas peor o te mueres, ¿entendido?”

Si, entendido”, respondió Alicia.

   El doctor hizo salir de la sala de operaciones a mi padre, porque sabía que no lo iba a soportar. Anda afuera a tomarte un antiácido para tu dolor, déjame a mí, con mi sobrina. Mi padre salió blanco como un papel, sujetándose el estómago hacia la Sala de Espera. A la hora, salió el doctor Castellón tan pálido como estaba mi papá y lo llamó.

Ya la operé” dijo, como sonámbulo, estaba visiblemente impresionado y temblaba. “Pero nunca más me pidas una cosa así, estoy muy arrepentido y avergonzado de haber cedido a esta brutalidad. Solo porque te quiero mucho, pero jamás lo volvería a hacer, salvo en caso de guerra”.

Mi padre preguntó ansioso: “¿Cómo quedó la operación?”.

La operación, gracias a un milagro del cielo, resultó bien, pero permitir que una niñita de 15 años pase por este sufrimiento, no tiene nombre”

   “Nunca había tenido una paciente como ésta, es un fenómeno, ¿sabes que no se movió nada?”. Aguantó la intervención como Caupolicán en la pica, en verdad parece una verdadera ARAUCANA para soportar el dolor.
   Pero el pobre doctor se veía triste, impresionado, no podía creer que él había permitido una operación así. “Nunca más, nunca más”, decía a mi padre, mientras entraba a lavarse.

Así es mi hermana; verdaderamente mientras escribo esta experiencia de ella, se me aprieta el corazón.

¡Como lo pudo soportar!

jueves, 22 de julio de 2010

CAPITULO 35 "Mi Hermano Osvaldo" Los Patines N: 2

1947, edad 7 años

   Mi hermano Osvaldo era un año mayor que yo. Lo recuerdo cuando pequeño era extremadamente delgado, moreno, de finas facciones, siempre jugaba en las paredes, subía a los árboles, se colgaba de ramas etc., le pusieron de sobrenombre: “el mono”.

   Tenía un agudo sentido del humor y siempre andaba inventando cosas como en el capítulo de “Gorbea” donde figuran los famosos “Entierros de las moscas”, de su autoría, luego el “Rola-rola”, donde junto con nuestro primo Jaime Montecinos, volaba por los aires, con riesgo de perder la vida.

   Pero a él, le gustaba vivir con emoción, siempre era muy creativo e imaginativo. Un día se le ocurrió asustar a la prima Mariluz, por el puro gusto de hacer travesuras. Se puso una sábana en la cabeza y debajo del mentón encendió una linterna, dando un aspecto fantasmal y se le apareció a Mariluz con una voz cavernosa diciéndole; “¡Mariluz, Mariluz! Te estoy penando! “.

   Mariluz, que le tenía terror a los fantasmas, tenía 7 años, dió un grito espantoso, horrorizada, le dio un verdadero ataque de pánico a la pobre; se puso blanca como un papel, gritaba, se daba vueltas como desequilibrada y llamaba a su mamá ¡mamaaa, mamacitaa! luego quedó paralizada de horror.
   Ella hasta el día de hoy recuerda el espanto que sufrió ese día. Así era mi hermano, siempre haciendo sus bromitas.

   Recuerdo que cuando tenía 8 años a Osvaldo le fascinaba arrendar unos patines (monopatines) que arrendaban en el barrio y el favorito era el n: 2, eran más suaves según él y había que llegar primero porque los niños se lo peleaban. La hora de arriendo valía “un peso veinte “y todos los días era el dilema a quien pedirle el peso veinte, porque mi mamá no le daba cada día esa cantidad.

   Entonces el comenzaba su trabajito de hacerse el mártir con la nana María que como era un pan de Dios, siempre terminaba pasándole plata para arrendar patines. Como era tan flaco le tenía lástima y el era un artista para hacerse el mártir. Gemía, suplicaba, le tiraba la polera, la perseguía, se ponía en un rincón como un pobrecito y la miraba como un perrito: ¡“ya pues María, dame un peso veinte”.! hasta que María replicaba como siempre; “ya pues Osvaldito, es la última vez que le doy la plata, mañana no hay mas “y todos los días era la última vez.  Salía Osvaldo volando, le daba las gracias y partía corriendo a arrendar el N: 2 antes que otro niño se lo ganara.

   Un día se le ocurrió llevarme a mí, sentada delante del monopatín a la punta del cerro san Cristóbal y de allí venirse hasta abajo. Yo estaba asustada, también era flaca y debilucha, pero ejercía un imán: la propuesta de mi hermano, “vivir la emoción”.

   Subimos caminando hasta la Virgen y arriba, partimos yo abajo agarrada del fierro del monopatín, con todas mis fuerzas, mi pelo volaba por los aires, gritaba sin parar, mis piernas abiertas como alas de avión y Osvaldo cerro abajo, sin frenos fascinado con la velocidad, la emoción y el peligro. Le volaba el pelo, iba rojo como tomate, sorteando los autos que subían, arriesgando nuestras vidas. Pero en ese momento el no iba pensando en eso sino atento a la maniobra de controlar el patín y evadir los autos que venían en contra.

   Los automovilistas le gritaban: “¡cabro huevón!, ¡idiota, tarado, sale del camino!”, le tocaban la bocina, sacaban la mano, (haciéndole signos de saludo muy conocidos por los chilenos) pero él seguía muy concentrado en el manejo, sorteando los autos a toda velocidad. Yo agarrada al fierro sin hablar ni gritar ya con el corazón latiendo a 100 por hora muerta de miedo, sin despegar la vista del camino, sin abrir mi boca y tiesa de espanto.

   Cuando pasamos por el “Retén de Carabineros”, un carabinero le gritó: “detente cabro loco” y le tocó un pito corriendo detrás de él, pero Osvaldo no se podía detener, pasó como un celaje cerro abajo, sorteando todas las dificultades, estaba loco de emoción, soportó todo tipo de insultos de ciclistas, automovilistas, personas que iban a pie etc. Pero él solo se detuvo al llegar a la plazoleta. Al parar yo caí al suelo revolcándome por todo el tierral, quedé toda machucada y él estaba feliz, porque había llegado “justo”, cinco minutos antes de la hora, para entregar el patín arrendado y no le cobraran multa.

   Estaba muy satisfecho de sí mismo porque había logrado un record a toda velocidad, llegando justo a la meta en 45 minutos y no le importó ni un poco el riesgo que corrimos, ni la responsabilidad de llevar a su hermana chica.

   Si María o mi mamá hubiesen sabido lo que hacía Osvaldo con los famosos patines, jamás le hubiesen dado 1 peso. Pero yo no iba abrir la boca para acusar a mi hermano. En callarme yo era especialista. En el fondo admiraba profundamente su coraje, su imaginación, su emoción, su creatividad, su inteligencia, su sensibilidad, su sentido del humor. Así era mi hermano cuando niño.
 



Mi Hermano Osvaldo; “El Periodista”

1948, edad: 8 años

   Mi hermano estaba desesperado porque no hallaba donde conseguir dinero para comprar revistas de acción. Mi mamá lo retaba porque pasaba leyendo “esas porquerías”, que ella le decía y no le quería dar más plata para eso, quería que estudiara, en vez de leer tanto esas historietas.

   Mi hermano entonces pensaba y pensaba qué hacer para conseguir el dinero, se sujetaba la cabeza pensando y pensando. Hasta que; ¡oh! Se le ocurrió una fantástica idea: vender diarios viejos a la pasada del carro, como nuevos, nadie se iba dar cuenta que eran viejos altiro.

   Cuando se dieran cuenta el carro ya habría partido;” ¡genial!”, decía. Era un carro eléctrico que pasaba por la calle: Purísima, paraba un momento y luego partía.

   Mi hermano entonces juntó muchos diarios viejos, los planchó bien planchados y partió a vender; ¡“el diario El Mercurio”! gritaba cada vez que paraba el carro y se colgaba del carro ofreciéndolos por las ventanillas como un verdadero mono, hacía honor a su sobrenombre: el mono”.

   La gente entonces le compraba apurada y no se enteraba que era un diario viejo. Este negocio resultó genial, Osvaldo estaba orgulloso de su brillante inteligencia. Recibía dinero, en cada parada, era un negocio redondo, por fin, podía comprar sus historietas, arrendar patines, comprar dulces, helados, pasteles, calugas, etc. ¡estaba alucinado, lleno de emoción por este espléndido negocio! Además engañaba a un montón de adultos, se encontraba muy astuto. Pero un día ocurrió algo inesperado; cuando fué a vender sus diarios no se dió cuenta que le ofreció un diario a su profesor de Matemáticas de su colegio.

   Su profesor al leer la fecha del diario, se bajó del Carro, lo agarró de una oreja y le dijo: “¡qué estás haciendo Montecinos, vendiendo diarios viejos, sinvergüenza esto lo tienen que saber tus padres, vamos a la casa!”. Y se lo llevó de una oreja delatándolo a nuestros padres. Hasta ahí no más le llegó el negocio al “Periodista”, sin contar la calda que le dió mi padre, el castigo sin mesada por dos semanas y la vergüenza de pedir perdón al profesor y rogarle que no lo acusara al Director para que no lo echaran de su colegio.





Mi Hermano Osvaldo; “El Muerto Resucitado”

1951, edad 11 años

   Mi hermano Osvaldo tenía en el barrio unos amigos terribles de ordinarios que vivían al lado nuestro en siglo XX. No sé porqué vivía en nuestro barrio esa familia, era la única “diferente”, muy vulgares en cambio todos los otros niños del barrio eran normales.

   Pero de todos los niños que había mi hermano se sentía muy a gusto precisamente con éstos, que nadie soportaba. El decía que ellos, eran mucho más entretenidos. Fuera del lenguaje que era del “estómago para abajo” de estos niños, sus costumbres dejaban mucho que desear; andaban sucios, peleaban, gritaban en la casa, parecía conventillo. Ellos siempre andaban robando frutas verdes de los patios del vecindario.    Tenían una educación tan baja que cuando jugaban a las escondidas con mi hermano, Rubí, que se llamaba la niña le gritaba a Osvaldo: “sale Unguardo del árbol que te veo los purmones”. Para colmo el hermano se llamaba “Chiquelo”, era bien negro como el carbón, asqueroso de sucio y deslenguado, siempre andaba con los mocos colgando

   Cuando Osvaldo quería molestar a la prima Mariluz, que andaba siempre de punta en blanco le decía que ella estaba enamorada del Chiquelo, que era su pololo. Mi prima entonces, pataleaba y se ponía furiosa con Osvaldo, era el peor insulto que se le podía decir; “ese asqueroso”, decía.

   Como consecuencia de estas malas juntas, de andar comiendo cochinadas, fruta verde y alimentos sin lavar, fué que mi hermano se enfermó gravemente de Tifus, Paratifus y Bronconeumonía, todo junto, estuvo a punto de morir, en agonía 40 días. Mis padres pasaron en vela, noche tras noche cuidándolo, poniéndole sabanas húmedas día y noche para bajar su fiebre de 40 grados. Era un esqueleto y apenas tomaba puras sopas.

   El doctor Maira, nuestro médico de familia, lo tenía desahuciado, pero mi padre, no lo podía aceptar, pasaba día y noche atendiendolo, cuidando a mi hermano en la cabecera de su cama, turnándose con mi madre, hasta que poco a poco, mi hermano se fué recuperando, fue un verdadero milagro. ¡Gracias a la devoción de mis padres, (en mi opinión), mi hermano salvo la vida! El Dr.Maira, no podía creerlo, lo llamo:
                                                       ¡El muerto resucitado!

viernes, 16 de julio de 2010

continuación... "Mi Madre"

EL CARÁCTER DE MAMÁ
= Tolerante e indiferentemente amable =

   Mi tía Marta, era una familiar lejana de mamá, que se quedó soltera, estuvo trabajando como Nana en una casa muchos años, hasta que Jorgito, su niño que ella crió, creció y le pagó un departamento cerca de nuestra casa en la calle Bombero Núñez.
   Vivía cómodamente allí, sin hacer nada, Jorgito pagaba su vivienda y sus cuentas.
   Entonces, comenzó a ir a nuestra casa, acompañaba a mi mamá, se sentaba mano con mano a su lado, a ver como ella trabajaba.
   No era capaz ni siquiera de preparar una taza de té. ¡Era increíble!
   Allá llegaba todos los días a almorzar, tomaba onces, cenaba y en la tarde se iba a su departamento.

   Que yo recuerdo, pasaron años y ella, jamás hizo nada, excepto, acompañarme a dormir, y cada noche, me contaba el mismo tristísimo cuento de un niño, que se iba comiendo a su caballo, por presas, una pata, una oreja, etc. No recuerdo bien, por qué.  Cada noche el mismo cuento, no sabía otro.

   También iba, a dejarme al kínder y a buscarme. No recuerdo ninguna otra utilidad que le haya prestado a mi madre, en su vida.
   Recuerdo que se pasaba mirando la cintura, se encontraba regia. Era muy vanidosa. Siempre preocupada de su cinturita y su arreglo personal.
   Era curiosa, esta tolerancia de mi madre con esta tía, que no ayudaba en nada y ella tampoco le exigía.
   Prefería hacer las cosas ella, porque Marta decía: “Es una inútil”.
   La verdad, el único aporte, que yo veía de esta tía era su compañía y su sentido del humor, que hacía reír mucho a mi mamá.

   Claro, que cuando papá llegaba, se enfermaba de verla siempre, sentada, ociosa, mirando como mi mamá trabajaba, y ella mano con mano.
   Siempre estaba reclamando con mi mamá en contra de la tía Marta, todos los días, pero no recuerdo que alguna vez, le haya llamado la atención a ella.
   Solo protestaba contra ella a mi mamá que era una “vieja inútil”, que “hasta cuando la iba a mantener”, “que hablaba puras leseras”, etc.
   Mi madre, solo respondía: “POBRE MARTA”. Y mi papá, se callaba o se iba protestando.

   Yo veo, mirándolo años después, que mi madre, necesitaba su compañía, porque no tenía amigas y ella la hacía reír. Eso también a ella, le hacía mucha falta, escuchar las ilusiones amorosas del pasado de la tía Marta.





= Dominante =


   Un día mi mamá estaba enojada con mi hermana Alicia, estaba furiosa con ella, discutieron y pelearon, y como no logró imponer su voluntad a mi hermana, ni doblegarla, que era lo que ella quería.
   No había forma, mi hermana la gritaba y no le hacía caso. “No y No”.
   Entonces, en el límite de la furia, mi madre, ante mis ojos y los de mi nana le dió un ataque de cólera y se desmayó.
   Cayó al suelo, en pleno pasillo, de nuestra casa en Siglo XX y quedó como muerta, tiesa, no abría ni los ojos.
   Yo, cuando la ví caer, corrí a levantarla, pero era inútil, estaba rígida como un muerto. Yo, terriblemente angustiada pedía a Alicia que la ayudara, a lo que Alicia respondió a gritos:

Párate de ahí teatrera, para qué asustas a la Toñi, si me estás oyendo perfectamente”.
Todo es mentira, corta el show, todo es pura manipulación”.
Levántate ridícula, teatrera, tú no estás enferma de nada”.

   Y de pronto, cual no fué mi asombro, mi madre que yo veía casi muerta, se levanta violentamente y dió un tremendo bofetón a Alicia en plena cara.

“¡Cállate, chiquilla maldita!”, le gritó.

                                 Yo quedé boquiabierta, no entendí una palabra





“LOS MIEDOS DE MI MADRE”

La muerte


   Mi madre nunca hablaba de la muerte, desde pequeña, de 5 años cuando falleció mi primo en Gorbea, ella nunca me habló qué había pasado con mi primo.
   Luego de adolecente, lo que más recuerdo de ella, era su eterno luto y lágrimas por el pasillo, por la muerte de mi tío Antonio. Nunca aceptó su muerte.

   Luego, yo empecé a los 18 años a sufrir el pánico a que ella, se muriera y cuando falleció, me costó años aceptarlo.
   Finalmente, cuando falleció mi papá, ella jamás fué a verlo al Cementerio, si no que mandaba a su Nana, Alicia a ponerle flores a su tumba.
   Todos esos miedos yo los heredé.  Yo nunca voy al Cementerio a visitar a mis padres.  ¡Odio los Cementerios!





“La Muerte de mi Madre”


15 Enero 1981

   Cuando ella se enfermó de cáncer ninguno se atrevió a decirle lo que tenía, sabíamos que no lo podría soportar.
   Pero a medida que ella se sentía cada día más mal de salud, comenzó a sospechar que su enfermedad era sin remedio.
   Ella entonces se trastornó tanto, estaba muy enojada con Dios, se negaba a morir. Nosotros no sabíamos qué hacer con ella viéndola sufrir tanto al no aceptar su muerte.

   Entonces, el Señor misericordioso nos envió un ángel, “Sister Margaret”, una religiosa que pertenecía a una “congregación norteamericana “cuya misión era orar por los enfermos terminales que no querían aceptar su fallecimiento.

   Ella oró por mi madre una noche completa y se realizó el milagro. Mi madre aceptó confesarse y se entregó a la voluntad de Dios. Ella recibe la confesión, los Santos Oleos del Padre Alejandro Hermida. El día 15 de Enero de 1981 facelle.

   La religiosa “Sister Margaret” nos dejo unas bellas medallitas de recuerdo.

Mi Madre ahora está en el cielo, feliz junto al Señor.






miércoles, 14 de julio de 2010

Mamá y Papá por Fabiola Soriano U.

Conmueve cómo Antonieta relata sus vivencias familiares desde el recuerdo de niña, desde la emocionalidad de una niña. Conmueve también cómo pese a que algunas de las experiencias que nos cuenta son tristes y dolorosas, el juicio implacable ante sus padres no está presente, al contrario, intenta rescatar lo mejor de ellos; sus cualidades, talentos y dones.
Este ejercicio para muchas personas no resulta tarea fácil, puesto que cuando pensamos en nuestros padres (o madres) nos cuesta mirarlos desde nuestra posición de adultos, generalmente los miramos desde la niña o el niño que estuvo a su cargo alguna vez, y que quizás no recibió todo el afecto o cuidados que requería, ya sea por ignorancia, por descuido o por problemas personales no resueltos que de alguna manera tiñeron todo el ambiente familiar impidiendo un contacto cariñoso.
“Nadie nos enseña a ser padres” es una frase muy común ampliamente difundida, que dice una verdad a medias, es cierto que no se enseña a ser padres ni a ser experto en el niño o niña que se está criando, pero también es cierto que todos tuvimos una madre o un padre, ya sea por la unión que da la sangre, por el amor que nos entregó un cuidador que sentimos tan intensamente que llegamos a otorgarle el nombre de padre o madre o por ver el hecho irrefutable de que tenemos vida y por ende provenimos de la unión de una mujer y un hombre. Y este hecho tiene la importancia de que sea como haya sido nuestra experiencia de hijo o hija, lo vivido deja un rastro en nuestro desarrollo como personas y por ende también en nuestra manera de imaginarnos la maternidad o paternidad y de vivirla.
Cuántas veces no se ha visto usted haciendo lo mismo con sus hijos, que su mamá o su papá hizo con usted, cuántas veces no dijo usted “no quiero ser como mi mamá” “nunca seré como mi papá” y al pasar de los años se va convirtiendo en la fiel copia. Algunos dicen que es la genética, otros dicen que es el ambiente, yo diré que vamos adquiriendo pautas de cómo ver y situarnos en el mundo, vamos aprendiendo en nuestra familia maneras de hacer las cosas, incluso vamos adquiriendo el tono emocional con el que se siente la vida, que a veces ni siquiera corresponde a nuestra verdadera esencia, a quien “siento realmente que soy”.
Por esta razón es importante revisarnos, tomarnos el minuto de preguntarnos ¿cómo me siento? Sin miedo a la respuesta, quizás si nos respondemos podremos tomar conciencia de nuestro sentir, de nuestros actos, de cómo nos afectan las cosas a nuestro alrededor y también de cómo nosotros afectamos a quienes nos rodean, quizás podremos descubrir cuánto de mi historia sigo cargando como un peso que me dificulta avanzar.
Nunca es tarde para reinventarse, para volver a empezar, para continuar un trabajo bien hecho, para cambiar.
Para finalizar le pregunto a usted que está leyendo ¿Cómo se Siente en este momento?