ADOLECENCIA
Cuando yo cumplí 13 años y el club y tenía un año de existencia, llegó a vivir al barrio un niño nuevo. Se corrió la voz rápidamente entre los niños, especialmente entre las niñas, que lo vieron llegar. Decían que era súper lindo y tenía el pelo crespo y era grande.Todo el CLUB estaba expectante al acontecimiento del recién llegado, que apenas se asomaba a la calle, trabajaba bastante ayudando a la mudanza.
El 3er. día salio por el barrio a andar en bicicleta y todos lo pudimos ver al fin.
El miró al grupo displicentemente y se puso a andar sin manos en la bicicleta, o manejaba de espaldas, o subía arriba del fierro de la bicicleta.
¡Todos quedamos boquiabiertos!
El Pato, mi primo, en tono picado dijo: “Trabajará en algún circo el huevón”, y todas la niñas le gritaron:”Picado, picado”. El personaje se mostraba bastante huraño y nos miraba con desconfianza cuando pasaba cerca del grupo, ni sonreía siquiera.
Pasaron los días y el extranjero no daba señales de amistad ni de acercarse a nosotros, sino, mantenía una actitud huraña y malhumorada, nada sociable.
Salía sólo a jugar a la pelota y hacia tales juegos de pie, que todos lo quedábamos mirando.
El nos miraba de reojo y se lucía, a propósito, mostrando sus grandes habilidades deportivas.
Pero el 4° día, la que tenía mas personalidad, Wilfred, que era inmensa de alta y andaba todo el día en zancos, tenía una familia de artistas e intelectuales, así es que no le faltaba desenvoltura para hablar con quien quisiera. Entonces, se le acercó a hablarle:
“Hola ¿eres nuevo aquí?”
“¿Que no se nota?”, fue su hosca respuesta.
“¿Y de donde venís?”
“De Tocopilla”
“¿Y cómo te llamas?”
“Pato”
“¿Pato qué?”
“Pato Álvarez”
“Y, ¿Por qué parece que estai enojado? ¿No queris jugar con nosotros?
“Estoy enojado porque me da la gana y porque no me gusta esta porquería de Santiago, me gusta Tocopilla”. Y hablaba con la cabeza gacha, dando bote constantemente a su pelota.
Wilfred muy relajada, pensaba como interesarlo y establecer amistad.
De pronto, ¡Vino la idea genial! Como veía que él ponía mucha atención a todas las piruetas, que hacia Wilfred con los zancos, comprendió que le llamaban la atención. Entonces Wilfred le preguntó:
“Y ¿sabes andar en zancos?”
“No”, respondió secamente
“¿Te gustaría aprender?, yo te enseño a andar en zancos y tu me enseñas a andar sin manos en bici”.
Lo pensó un rato, luego respondió:
“¡De acuerdo!”
“OK”, dijo Wilfred, “Mañana empezamos las clases”
“¡Chao!”
Y se vino en sus zancos hasta el grupo y nos contó toda la conversación que había tenido con él.
Las niñas le preguntaban que qué edad tenia, “Eso no se lo pregunté”, dijo Wilfred” Mañana se lo pregunto”.
Así comenzó la amistad con el Pato, por medio de Wilfred se fue acercando al grupo y comenzó a participar en algunos juegos: Football, naciones, bolitas, bicicleta, equilibrios, porque le encantaba subirse a las tarimas y caminar peligrosamente por ellas.
Ya, mi primo Pato, que al principio le caía mal comenzó a admirarlo, porque nos ganaba a todos en los deportes.
Tenía una fuerza para tirar la pelota, corría a toda velocidad y metía todos los goles. Además de lucirse reteniendo la pelota en sus pies, para torturar al contrincante antes de meter el gol.
Yo lo miraba con desconfianza: “Este cree que se las sabe todas”, pensaba, “No hay que hacerle tanta fiesta porque más se va a creer.” Ya tenia un club de fans que aplaudía todos sus logros y el se sentía muy orgulloso.
Yo era la única que no le hablaba y me mantenía alejada de él. Él me miraba, pero no me hablaba tampoco.
Luego se comenzó a hacer amigo de mi primo Patricio y salían a jugar juntos.
Yo lo miraba y al mismo tiempo lo temía. Era tan arrogante y pedante, pero había algo en él que me ponía nerviosa.
Era un muchacho de catorce años, fornido, con pelo negro crespo, más alto que los niños de su edad, de rostro atractivo y varonil, de mirada directa y penetrante, casi impertinente. Tenía la destreza de un gato montes, era moreno, tostado y tenía una sonrisa burlesca, era franco y directo, decía lo que pensaba sin problemas. Tenía una fuerte personalidad, muy dominante. Se creía la muerte porque sabia que las niñas se morían por él y el no miraba a ninguna.
Él y yo nos mirábamos de lejos, como presintiendo al enemigo. Éramos dos personalidades fuertes y desconfiadas.
Un día hubo un cumpleaños en casa de Manuel, un socio, y mi primo lo invitó y él aceptó.
Cuando estábamos en la fiesta, llegó el Pato en blue-jeans, camisa formal, zapatos y no zapatillas, como todos llevábamos.
Lo quedamos mirando al entrar, parecía un cowboy, se movía lentamente como un gato salvaje y miraba alrededor despectivamente. Al verlo entrar todas las niñas se reían y comentaban lo buen mozo que era.
Se acercó mi primo y Manuel a recibirlo. “Pasa”, dijo Manuel, “¿Quieres una bebida?”, y lo llevó a la mesa. Yo estaba con mis jeans, zapatillas y una polera roja, mi pelo era negro azabache y largo hasta la cintura. Ahora no era tan delgada y tenía bastante busto para mi edad.
El miró alrededor y clavó sus ojos en mí, en forma impertinente y no apartó su mirada de mí. Me miró de arriba a abajo con descaro. Yo me sentí como si me hubiera desnudado con la mirada. Continuó bebiendo con Manuel y mirándome.
Yo estaba con Wilfred y ésta me dijo: “Este se hace el tonto, pero tu le gustas ¡Qué manera de mirarte!” Yo me puse nerviosa, porque también pensaba como ella.
Luego, gritaron:” ¡Manuel, pon música para bailar!”. Todas las niñas querían bailar con el Pato, pero este se daba su tiempo y dejó pasar tres bailes sin bailar con nadie.
A mí me sacó a bailar el dueño de casa que tenía doce años y era muy poco entendido en baile. El se dio vueltas y me miraba bailar con Manuel, sonriendo, burlón.
De pronto se acercó y dijo a Manuel:” ¿Me permites?”, y me sacó a bailar interrumpiendo nuestro baile. Eso, ningún niño lo hacía.
¡Yo quedé sin habla! Me dijo:” ¿Manuel estaba muy aburrido, no?”.
Me tomó con firmeza la cintura y yo sentí un estremecimiento, ¡nadie nunca me había tomado así!
Ni siquiera hablamos, él se acercó a mí, bailando muy apretado para mí gusto, un disco lento.
Me miraba muy cerca de mí, con una forma dominante, como de:” ¡Aquí estoy yo!”, y no nos hablábamos.
“¿Así es que tu eres la jefa?”, me dijo.
¿Y cómo te llamas?
“Antonieta”, respondí cohibida.
“¿Antonieta qué?”
“Montecinos”, dije apenas.
Me sentía terriblemente incómoda con su cercanía, sus modales y su actitud tan de macho, como dueño de sí.
“¿Qué edad tienes?”
“Trece años”, respondí.
“¡Pero si apenas pareces unas niña asustada!”
Me empezó a molestar su actitud, tanto interrogatorio y su prepotencia, y le dije, reaccionando:
“Bueno, ¿Me invitaste a bailar o a un interrogatorio? Y no me gusta bailar tan apretado”.
A él le hizo gracia mi respuesta y pedantemente sonrió, burlón: “Perdón mi reina, solo quería saber mas de usted, ¿Por qué, le molesta mi cercanía?”
Ese aplomo que el tenía, esa confianza en si mismo, esa actitud burlona y esa superioridad de macho, me ponía nerviosa. Me sentía invadida, desarmada. ¡Eso no me podía estar pasando a mí! Esto yo no lo había sentido antes, con ningún otro niño.
Terminó el disco y yo me fui a tomar una bebida, estaba sofocada, agitada, sentía que perdía mi control.
El se quedó mirándome de pie, con un pie doblado apoyado en el muro, igual que los cowboys. Y no me dejó de mirar descaradamente en todo el rato, sonriendo como con superioridad.
Se le acercó mi primo y unas niñas a invitarlo a comer algo. El caminó con flojera, siempre mirándome de reojo y sonriendo con un rictus de burla.
Yo por primera vez, me sentía dominada, nerviosa, molesta, no hallaba como reaccionar. Y decidí irme, no lo pude soportar.
Fui a buscar mí chaleco y las niñas me preguntaron:” ¿Te vas?”
-“Si”, respondí.
-“¡Pero si son apenas las 8:30! ¡Tu nunca te vas tan temprano!”
Todos gritaron a coro:” ¡No te vayas, no te vayas!”
Manuel preocupado, me dijo:”Si tu te vas todos se van a querer ir, y mi fiesta se va a ir al agua”.
Yo le pedí disculpas y le dije que me tenía que ir.
Implacable, yo había tomado la decisión de “huir”, rápido, porque no me gustaba nada sentirme así, tan vulnerable ¡Siempre era yo la que dominaba la situación!
No quería sentirme humillada ante mis socios, ni menos demostrar la más mínima turbación.
Yo no iba a ser parte de su corte ¡Jamás!
Al salir, como decía Manuel, varios se fueron conmigo y quedaron solo los dos Patos y alguna que otra que se quedó por él.
Al pasar por su lado cuando íbamos saliendo dijo:
-“¡Se va la Reina, se acaba la fiesta, se va el cortejo!”
Yo ni siquiera lo miré, estaba furiosa.
Llegué a mi casa, me tendí en la cama, luego me acosté, pero no me podía dormir.
Algo estaba pasando en mí, era una mezcla de agrado y furia.
La imagen de Pato, sus palabras, su actitud, su personalidad, su desenvoltura, su manera de tratarme de “usted”, daban vueltas y vueltas en mi cabeza.
Al día siguiente yo estaba rara cuando llegué del colegio y no quise salir a jugar. Me puse a tocar el piano, como todos los días. Me vinieron a buscar para ir a jugar, pero no quería verle la cara al Pato y su petulancia y no quise salir.
Pero no pude tocar, no me podía concentrar, me fui al dormitorio a leer un libro, pero era imposible, el Pato venía a cada rato a mi cabeza. Me daba cuenta que este sentimiento me estaba impidiendo estudiar, leer, tocar el piano, jugar.
-“Esto no puede ser”, me dije, “A mí nadie me va a impedir hacer lo que me gusta.”
Decidí salir y enfrentar la situación. El estaba sentado en el balcón de mi casa, jugando al emboque. Me vieron salir y todos gritaron: “La Toñi, la Toñi” y me abrazaban. Yo les propuse jugar a las carreras alrededor de la cuadra.
Tiré una raya de tiza en el suelo, marcando la partida y con un pito avisaba la partida.
Se pusieron en parejas, los de la misma edad con los de la misma edad.
Entonces el Pato, manos en el bolsillo, se acercó y me habló al oído:
-“Se hizo esperar la reina”
Yo hice como que no lo había oído, pero estaba furiosa para mis adentros.
Partieron los primeros, todos gritaban a su favorito. Así iban echando competencia de a parejas. Al final el ganador recibía un aplauso y un chupete.
Era un griterío. Las niñas les secaban la cara a los corredores y les daban agua.
De pronto, se volvió a acercar a mí el Pato y me pregunto burlón:
- “¿Usted no corre?”
-“No”, respondí, “Ellos son menores que yo ¿Qué gracia?”
-“Entonces le falta alguien de su altura para competir. Yo puedo competir con Ud.”
Sentí que me hervía la sangre mientras hablaba. Es cierto que yo era muy buena corredora, pero el tenía catorce y yo trece, y, además, el era macizo y yo mucho mas delgada.
Pero los niños empezaron a gritar:
-“Si, si, ¡que corra la Toñi contra el Pato!
Y no se callaban.
Yo me arriesgaba a perder mi prestigio de buena corredora ante mis amigos del club. Pero ante tanta insistencia y mas encima como no me decidía, se me acercó y dijo bajo: “¿Me tiene miedo?”
Esto ya me colmó y grité: “Está bien, competiré con él”
¡Bravo!, aplaudieron.
Yo tenía miedo por mi fama de corredora a gran velocidad, no sabía cuanto corría el Pato y a juzgar por todos los deportes que tan bien dominaba y su estatura, capaz que me ganara e hiciera el ridículo ante todos.
Pero ya había empeñado mi palabra y no iba a dar marcha atrás.
Nos pusimos en la línea y mi primo Pato, dio la partida con el pito.
“PARTIERON”, gritaron todos. Gran expectativa por esta carrera de la mandamás contra el Pato.
En cuanto sonó el pito, Pato salió a toda velocidad con los gritos de sus admiradoras.
Yo, en cambio, partí más lento, no quería gastar mi energía al comienzo. En la primera cuadra llevaba una carrera a velocidad moderada, el Pato ya había doblado la esquina. Yo continuaba la segunda cuadra a paso constante el Pato iba como media cuadra delante de mí.
Luego en la tercera cuadra, el Pato comenzó a correr más lento, hasta que lo alcancé y dijo:“Te estoy dejando ganar porque eres niña, yo no compito con niñas”, y se reía.
Yo le respondí: “Eso es típico de cobardes, poco hombres que dicen que se están dejando ganar cuando ya no se la pueden. Tienes miedo que una niña te gane, machito”, le dije, “Yo sé que eres un cachiporra, cobarde”.
Esto lo enojó tanto que salió corriendo a toda velocidad. Yo comencé a apurar el ritmo parejo y mucho más veloz, hasta alcanzarlo en la tercera cuadra.
Faltaba cuadra y media para la meta. Yo aumenté velocidad y el se notaba cansado. Los niños me vieron aparecer primera y empezaron a gritar:” ¡Viva la Toñi! ¡Viva la Toñi!”
Ya estaba a ½ cuadra de la meta y aumenté al máximo mi velocidad de carrera, llegando a la meta Pato venía cansado y transpirando.
Llegó a la meta, cuatro casas después que yo.
Yo, feliz, me alegré, que se tragara sus palabras pero no se lo dije. Solo le dí la mano, como se acostumbraba, y todos los niños me dieron el chupete.
Yo creo que para él fue la humillación más grande, que le haya ganado una mujer.
-“Eso sirvió para que no siguiera siendo tan despreciativo y pedante”, pensé para mis adentros.
Pero en su orgullo dijo:
-“Uno no puede ser primero en todo”, dijo amostazado, “No quiero seguir jugando”, y se fue a su casa.
Pasaron unos meses y Pato ya estaba completamente rendido de amor, no le importaba disimular sus sentimientos.
Le había contado a mi primo. Pasaba toda la tarde esperando que yo estudiara piano, hiciera las tareas, sentado en mi ventana esperando que yo saliera. Don Aldo el almacenero italiano de la esquina, le contó que a mí me encantaban las calugas de leche, entonces el Pato todos los días le compraba y le contó a él sus sentimientos. Don Aldo le puso a las calugas “calugas Antonieta”. Yo quería morirme de vergüenza cuando me lo dijo. Detestaba que anduviera publicando manifestando públicamente sus sentimientos, que en el “Slam-book” pusiera que me amaba que yo era su vida, su sol y un sartal de cosas más.
Pero a mí no me decía nada porque yo no le daba oportunidad y cada día me sentía mas acosada por él y yo me moría de vergüenza cuando los niños le hacían tallas y a él no le importaba nada. Se mostraba tan rendido que parecía esclavo.
Un día fuimos al cine “Baquedano” todo el club y yo me aseguré de sentar a Wilfred a un lado mío y a Lily al otro. Pero de pronto sin darme cuenta estaba a mi lado sentado.
-“¿Y Wilfred?”, pregunté.
-“Es que ella me cambió el puesto porque yo quería sentarme a su lado”, me dijo.
Yo estaba nerviosa, Patricio me desconcertaba, a la vez me gustaba y lo rechazaba. Entonces él me dijo:
-“¡Que pelo tan lindo tienes!”
Y me lo empezó a acariciar. Yo creía que el corazón se me salía por la boca. Luego me tomó la mano, tembloroso.
-“¿Por qué es tan esquiva conmigo?”, decía mientras se acercaba y acariciaba mi mano. Se acercó a mi oído y me dijo:” ¿Puedo decirte Toñi como los demás?”.
“Toñi, Toñi”, repetía suavemente.
Después de ese acercamiento yo comencé a sentir unos extraños sentimientos cada vez más violentos contra él. Él me enfurecía y a la vez me encantaba. Yo no comprendía porqué.
Luego puso su cabeza en mi hombro hasta terminar la película. En cuanto encendieron las luces yo lo separé bruscamente.
Otro día estaba tocando piano y el Pato, como yo no salía a jugar, me empezó a gritar, desde el tragaluz, que saliera.
Yo le grité que se bajara de ahí y que estaba estudiando, y como él insistiera en volver a hablarme por el tragaluz. Yo me levanté con tanta furia y cerré con todas mis fuerzas el tragaluz, no dándole tiempo a bajarse y le apreté los dedos con el tragaluz. Sentí un puro quejido y se cayó al suelo.
Yo estaba tan furiosa que ni siquiera fuí a verlo, ni le pedí disculpas. El no me dijo nada. Supe que se fue a poner los dedos en hielo y nada más.
Me sentía como acorralada, acosada, ya no podía estar tranquila nunca. No podía estudiar, ni el colegio, ni el piano, ni leer, ni programar actividades para el club. Tenía como un “bloqueo”. Odiaba que él aguantara tanto desprecio sin decirme nada, como si fuera un ser despreciable que yo tenía que aniquilar.
Pero, para mí, lo que más me molestaba era su sumisión en público, que parecía que disfrutaba que yo lo dañara frente a los demás.
Cada vez que jugábamos naciones era lo mismo. Siempre estábamos en equipos opuestos y ambos éramos los goleadores.
Entonces él, con la puntería y la ira que tenía, se desquitaba con mis compañeros de equipo, que eran todos menores que él y que yo los quería mucho. Los mataba con unos pelotazos tan formidables, que algunos caían hasta el suelo del dolor. Yo sentía su ira y comprendía que, cobardemente, se desquitara con ellos y no conmigo.
Ellos iban ganando lejos, porque el Pato los mataba a todos de la misma forma. Luego quedaba sólo yo que era la goleadora y me preparaba para que me disparara, pero no, a mí me entregaba suavemente la pelota en las manos regalándome la jugada.
El quedaba en evidencia, que me estaba regalando el juego, pero a él no le importaba, igual como hizo en la carrera.
Todos sus compañeros lo retaban y le gritaban insultos, que me estaba regalando el juego, que estaba baboso por mí, etc.
Después que había por poco masacrado a mis jugadores, a mí me tiraba la pelota a las manos. Yo, enfurecida por su actitud, le gritaba insultos
-“¿Qué te pasa, manos de muñeca? No necesito que me regales la pelota. Idiota ¡Tira como hombre!”
Pero el no hacía caso, continuaba con esa actitud, hasta que yo maté a todos sus compañeros y ganamos. Pero era un triunfo que era una ofensa, un insulto, porque el me regalaba los tiros y me humillaba públicamente, porque todos le hacían burla, que estaba enamorado de mí, y lo retaban porque los hacía perder. Y todos mis compañeros quedaban adoloridos con los pelotazos feroces que les daba él.
¡Yo no hallaba que hacer! ¡Era una confusión de sentimientos!
Un día le dije:
-“¿No eres tan machito? Métete con las de tu porte y no te desquites con las niñas pequeñas. Cobarde, mano de guagua ¿No te da vergüenza las cosas que te dicen los niños? ¿No tienes dignidad?”
-“Ante usted, mi reina, no tengo dignidad, no valgo nada, no me importa lo que me digan, pero a Ud. yo jamás la tocaría, ni con el pétalo de una rosa ¿Cómo se le ocurre que yo la voy a quemar a Ud.?, me respondió.
-“Estúpido”, le respondí y me fui furiosa.
Pensé y pensé en mi casa como terminar con esta situación humillante, entonces al otro día dije:
-“Juguemos a las naciones”
Todos se miraron y como que nadie se animó a exponerse de los de mi equipo.
-“Muy bien”, dije, “Jugaremos los que quieran jugar”
Sólo se ofreció Pato, Patricio, mi primo, y Wilfred.
Éramos cuatro jugadores, dos goleadores y dos jugadores, pero esta vez puse a Wilfred de goleadora mía y Pato como goleador adversario y mi primo como único jugador. Nadie entendió este juego tan raro.
Comenzamos nosotras, Wilfred me pasó la pelota a mí, como habíamos quedado, no trató de quemar a mi primo. Luego yo tomé la pelota y maté a mi primo. Le tocaba salir a jugar a Pato.
El juego no duró un minuto, porque a mi primo lo maté al tiro. Luego entró Pato al juego y como era su costumbre, cuando yo disparaba el no se movía del puesto y se dejaba quemar por mí, sin defensa. Entonces yo con toda mi furia acumulada, tomé impulso y disparé contra él con la mayor fuerza que pude y tiré la pelota en la parte más “delicada” del hombre.
Pato cayó de rodillas al suelo doblado del dolor, sus ojos se enrojecieron y se le cayeron las lágrimas.
Mi primo y otros niños lo fueron a levantar y lo llevaron a su casa. Y se acabó en tres minutos el juego.
Yo me quedé parada como una esfinge, sin la menor demostración en mi rostro. Wilfred me miró y pareció comprender mis sentimientos. Me tomó de la mano y me llevó a mi casa, como quien lleva a una enajenada.
No me preguntó nada, no me criticó nada, no me habló nada. Sólo me miró y al despedirse me dio un beso y me dijo: “Tienes las manos heladas”.
Entré en la casa como una autómata, me senté en la cama y mis lágrimas empezaron a correr:
-“¿Por qué hago esto? ¿Por qué lo rechazo? ¿Por qué esta furia? ¿Por qué no puedo aceptar su amor?”, me preguntaba, “¿Por qué no puedo manifestarle mis sentimientos verdaderos, mi amor, mi admiración, mi ternura?”
Y parecía escuchar una voz dentro que me decía:
-“Nadie puede tocar tu cuerpo. El sexo es asqueroso”
Por eso yo, inconscientemente, lo quise matar a pelotazos y defendía mi corazón como una coraza, dura como una roca.
Después de este episodio, yo sentí miedo de mi misma, pensé que estaba loca, que algo me pasaba y decidí mejor echarlo del club y así terminaría todo, porque estaba segura que el nunca se iba a rendir.
Pensé bien lo que le iba a decir cuando me lo encontrara. Pasaron dos días que nadie vio al Pato.
Después de esos dos días, iba yo a mi colegio en la tarde y lo veo atravesar la calle y dirigirse hacia mí y tomando mi brazo con fuerza me dijo:
-“Necesito hablar contigo”
-“Pero yo voy al colegio y estoy atrasada”, respondí nerviosa.
“Te acompaño entonces y conversamos en el parque”
-“¡Pero no puedo faltar a clases! ¿No puede ser en otra ocasión?”
-“No”, respondió, “Tiene que ser ahora. Faltarás al colegio, esto es mas importante”, dijo sin soltar mi brazo con fuerza.
No hallaba que hacer. Por un lado yo también necesitaba hablar con él, pero por el otro, lo temía.
Caminamos hacia el parque en silencio y cuando llegamos, tomó mi bolsón, lo puso en la banca y me empujó hacia el asiento y se sentó frente a mí, inquisidor, mirándome a los ojos:
-“Quiero saber por qué me odias ¿Qué te he hecho a ti? Yo te quiero, pienso todo el día en ti. Incluso hasta voy a perder el año por ti, no puedo estudiar ¡Y no entiendo que hago mal! ¿Que te molesta de mí? Sólo pienso en ti, tú eres todo para mí. He tratado de demostrarte mi amor de mil formas y tú no haces más que rechazarme, ofenderme, maltratarme ¿Qué tienes contra mí? El otro día me tiraste la puerta del tragaluz en las manos, ¡Mira como me las dejaste!”, y me mostraba sus dedos dañados, “Dime que hago mal que yo lo eliminaré al tiro. Anteayer me golpeaste brutalmente en una parte muy delicada del hombre, tú lo sabes. Sin embargo en el cine parecías aceptarme y luego cambiaste bruscamente ¿Por qué eres así? Yo se que tu no eres una niña mala, al contrario, yo te admiro y hasta siento celos por lo tanto que quieres a los niños, por eso me desquito con ellos, por celos.”
La verdad es que yo me había hecho mil veces esa pregunta:” ¿Por qué soy así? ¿Por qué no creo en el amor ni en la bondad de nadie, sobretodo los hombres? ¿Por qué este rechazo violento hacia alguien que yo quiero y que nunca me ha hecho ningún mal?” No tenía respuesta. Sólo dije:
-“Pato, mejor es que te olvides de mí y seamos amigos no más, porque yo no quiero seguir haciéndote daño. Yo tampoco tengo una respuesta a porqué tengo este rechazo, esta ira sin control. Yo tampoco me entiendo, perdona, no es tu culpa. Tu no tienes nada malo, al contrario, eres una persona buena que me trata con cariño. Si es a mí a la que le pasa algo raro. Seamos amigos mejor ¿Ya? Ojala te alejes del club y tengas otras amigas que, estoy segura, te van a querer como tu mereces.”
Lo besé en la mejilla y me fui. El se quedó plantado mirándome, restregándose las lágrimas con la manga.
El Pato se fue del CLUB. Un año mas tarde me encontré con él, era un jovencito de 15 años. Ya hacia un año que no nos veíamos, yo tenía catorce años.
El tuvo otros amigos, creció, se puso más hombre, le cambió la voz, estaba mucho más atractivo. Ya andaba en fiestas con amigos y amigas.
Yo también crecí, mi cuerpo ya no era el de una niña. A los catorce años tenía un cuerpo muy atractivo y contorneado, aun conservaba el pelo negro y largo.
El CLUB comenzó a desintegrarse poco a poco, unos se fueron, otros crecieron, etc.
Yo comencé a tener otros intereses. Estudiaba piano, hacía clases particulares. Comencé a ganar mis primeros pesos enseñando a niños con dificultad de aprendizaje escolar. Silvia se cambió de barrio.
Sólo quedaba mi amiga Wilfred, que fue mi amiga toda la vida.
Continuaba en el colegio, no perdí ningún año, pero nunca tuve ninguna amiga, ni me podía entretener inventando actividades para el CLUB ya.
Continuaba sola en los recreos y mi única compañía era la Virgen que visitaba todos los recreos y le contaba mis penas.
Mientras tuve el CLUB, llevé una doble vida, una “feliz” en el CLUB del barrio y otra “infeliz” en el colegio.
(1963, 23 años)
Y como esta vida es tan rara y el mundo es mas chico que un pañuelo, nos volvimos a encontrar en una fiesta de María Elena Dovauchelle, que era amiga mía, y no tengo idea como apareció él, en la fiesta. Ya tendría el unos 24 años y yo 23 años.
Parecía un encuentro de película norteamericana. Hacia una hermosa noche de luna y tuve deseos de ir a fumarme un cigarro al patio, que estaba solo. Estaba mirando la luna y fumando y escuché tras mío una voz familiar que dijo:”Círculo en la luna, novedad ninguna” y una mano que se posaba en mi hombro, por detrás me dijo:” ¡MARIA ANTONIETA!”.
Yo no me moví del asiento al oír la voz, la reconocí al instante y se escuchaba la música desde el living que tocaba:”Love is the many splendor thing”, una de mis canciones favoritas, por lo romántica.
Me puse de pie y no lo podía creer: “¡PATO ALVAREZ!”, dije, “¿Qué haces tú aquí?
-“La misma pregunta te hago yo a ti ¿Será el destino que nos quería juntar?”, dijo riendo. Me tomó de la mano y dijo: “Bailemos jefa”.
Yo sentí un estremecimiento, me cogió de la cintura con la misma firmeza de entonces. Yo estaba como viviendo un sueño. Tantas veces pensé volver a verle, darle alguna explicación, decirle que yo también lo amaba, que me perdonara. Tantos años pasaron y ahora se dió la ocasión. No podía creerlo parecía una película, estaba frente a mí otra vez, bailando apretado como acostumbraba y con aquella sonrisa burlona que yo tanto recordaba. De pronto me dijo:
“Yo te amé mucho cuando era chico y tu me trataste muy mal”
“Es verdad Pato te traté muy mal y me faltaron años para arrepentirme”, le dije, “Yo también te quería y no sé porqué fui tan estúpida. Perdóname. Lo único que deseaba era encontrarte en la vida, para decirte que te quise mucho y que me perdonaras”.
A pesar del tiempo la atracción que había entre los dos no había muerto. Bailamos toda la noche. Fue una noche de cuento romántico, apasionado, de recuerdos, de risas y también de lagrimas.
Me vino a dejar en el auto. Se despidió con un largo beso, como que se estuviera despidiendo para siempre.
A los dos días después fue a mi casa con toda la decisión de conversar conmigo. Lo recibí en el living. Él estaba nervioso, se paseaba y fumaba y no me hablaba nada. Yo entonces le dije:
“Bueno y ¿que querías hablar conmigo? ¿Por que no te quedas quieto?
El hizo un esfuerzo y como siempre fue tan frontal dijo:
“Lo nuestro es imposible. Anoche no te lo pude decir porque era echar a perder ese momento mágico, donde nos sentimos envueltos, como que el tiempo no existiera. Todo era tan extraordinario, volverte a encontrar, la luna, la noche, la música, evocar el pasado, la declaración de tus verdaderos sentimientos que siempre negaste. La felicidad de volverte a encontrar y por primera vez sentirme correspondido al fin por ti. Era una nueva María Antonieta, muy distinta, que me respondió, con pasión, con sinceridad. La otra sola me maltrató y me rechazó. Fue una noche inolvidable. Pero hoy, bajo ha realidad, tengo que decirte la verdad. Tu sabes que no soy un hombre para engañar, no va conmigo ¡Es tristísimo para mí!”, y se le cayeron las lágrimas, “Después de tanto tiempo de rechazo, encontrarme ahora que tus sentimientos eran igual que los míos. Pero ahora no puede ser, no puede ser”, repetía.
“¿Qué pasa Pato? ¿Eres casado? ¿Es eso lo que me has ocultado?”
“No aun”, respondió, “Pero me tengo que casar”
“¿Cómo es que te” tienes” que casar?, pregunté.
“Porque tengo una polola embarazada y no la puedo dejar con un hijo mío”
“Pero, ¿la quieres?”
“Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer”.
“Pero, ¿la quieres? ¿O te casas por cumplir?”
“Eso no interesa. No podría ser feliz con la infelicidad de otros. Yo no soy un hombre para abandonar a una mujer embarazada y a un hijo mío”
“Pero, ¿Tu aún me amas?, pregunté, “Aquella noche parecía que me amabas, como siempre ¿O estabas fingiendo?”
“Tu sabes que no sé fingir. Cuando te amé lo proclamé a cuatro vientos, sufrí como animal y tú me trataste con crueldad. Ahora han pasado DIEZ AÑOS y te encuentro de nuevo como una aparición y parece que el tiempo no hubiera pasado, mis sentimientos estaban aún en mi corazón. No sé porqué justo ahora este encuentro, ahora que ya nada se puede hacer. Yo jamás iría contra mis principios.”
“¡Qué curioso!”, le dije, “Me pregunto entonces para qué Dios quiso que nos volviéramos a encontrar si ya nada se podía recuperar.”
“No sé, no sé. Cosas de Dios, tú eres la que sabe ¡Qué sentido tiene este encuentro!”
Yo también sentí que mis lágrimas corrían:
“Yo tampoco entiendo qué sentido tiene, pero es claro que no es para continuar juntos. Tal vez era sólo para reconciliarme contigo y para que tú supieras que tenías razón y yo estaba equivocada. Bueno Pato, adiós, que te vaya bien, te deseo todo el bien del mundo”, le dije.
El sólo atinó a decir:“Perdóname, perdóname”.
Después de aquella tarde nunca más nos vimos.
CIERRE DE CAPITULO
2009, 69 años
“Mi primer amor, el Pato Álvarez”
Como antes dije en el capitulo XXVII(“Los famosos parientes de mi padre”), después de estas vivencias “traumáticas” de los 12 años para adelante, yo comienzo a tener muchos problemas en mis relaciones amorosas con el sexo opuesto a raíz de este “bloqueo mental”, que me produjeron estos parientes para toda la vida.
Pato es el primero que sufre mis maltratos brutales e inexplicables a la edad de trece años. Esta conducta mía quedó para siempre en mi mente como algo que nunca entendí y me preguntaba cada vez que me ocurría:” ¿Por qué actúo así?”, sin obtener jamás una respuesta.
Largos años de terapia me han esclarecido que la “raíz” de todas mis relaciones amorosas fracasadas y conflictivas, venían de estos hechos, agregada la “represión social, familiar y escolar” expresada a través de “sueños” interpretados con posterioridad.
Por salud mental, mis terapeutas recomiendan ir cerrando estos capítulos dolorosos de mi vida, una vez entendida la razón que los produjo.
Debo dejar atrás como superado y sanado en mi mente y mi corazón y seguir adelante con mi vida. Ya no más “culpas”, “remordimientos”, “arrepentimientos”, ni sentirse “perversa”, “malvada”. No mas preguntarme:” ¿Por qué lo hice?”.
Solo puedo responderte querido Pato que: yo también fui una “VICTIMA” que sufrí toda mi vida, estas dolorosas relaciones a causa de estos hechos. Tu fuiste el primero que padeciste, por eso te digo que gracias a ti, que me diste un amor tan dulce, tan generoso, tan sensible, tan bueno y tierno. Gracias al recuerdo de éste, tu primer amor, que no terminé en la “AUTODESTRUCCIÓN TOTAL”.
Tú me salvaste de vivir la vida entera odiando, dudando, rechazando, destruyendo el amor sin contemplaciones, porque cuando comenzaba a “destruir otra relación” siempre recordaba que ese, el primer amor, fue puro, sencillo, sincero, inocente, en extremo generoso, y eso me hacia volver a creer que algún día encontraría otra vez ese “amor redentor”.
Gracias Pato, porque ese amor primero, me llevó a encontrar, por fin, el verdadero amor en mi esposo.
Gracias porque a través de ti pude reconocer un verdadero amor en mi vida, gracias a esta llamita de fe que pusiste encendida en mi corazón.
GRACIAS y perdóname por tanto daño. Que el Señor te regale tanto amor como tú supiste dar en la vida.
Donde quiera que estés, en el Cielo o en la Tierra, recibe mi eterna gratitud.