jueves, 10 de junio de 2010

CAPITULO 25: “La Clase de Religión”

1951, 11 años

   La clase de Religión, la hacia la MADRE ANITA, que era una monjita viejita con anteojos, con ideas muy antiguas.

   Yo era la única, que prestaba atención a sus clases, porque para mí, todo era nuevo: la Palabra “Pecado” yo jamás la había oído en el Sn. Gabriel, ni esas narraciones de la Biblia, la historia de José, Moisés, la virgen y hasta el propio Jesús, sabia poco de su vida.  Los Mandamientos, “¿Qué era eso de fornicar?”. Ella nunca lo explicaba.

   Veía que mis compañeras en esa clase, no estudiaban nada, ni prestaban atención como yo. Comían maní en los pupitres, contestaban “Slam- Book” etc. Conversaban, se reían y como la MADRE era medio sorda, ni se enteraba.

   Yo que venía de un Colegio mixto, donde las gringas eran súper liberales, nunca se habló de religión, ni pecado.
   Usábamos short en gimnasia y no esos pantalones largos como faldas que no podíamos hacer gimnasia porque eran terribles de pesados.

“La cuestión era tapar el cuerpo de pecado”
 
   “Esta MADRE decía que era pecado mirarse o tocarse el cuerpo”. Que cuando nos bañáramos nos pusiéramos una casulla y “no miráramos el cuerpo de pecado”.

   Esta enseñanza sobre lo SAGRADO del cuerpo, caló profundamente en mí.

   No logré bañarme con casulla, porque no había nada parecido en mi casa, pero al bañarme, procuraba no mirarme el cuerpo para no pecar.
   Así es que ya hasta joven de 18-20 años, yo jamás me enteré mucho de cómo era mi cuerpo, ni el cuerpo de ninguna otra mujer u hombre.
   Más adelante en mi juventud, cuando escuchaba que alguien me decía algo de mi cuerpo, yo no entendía mucho porque para mí, todos los cuerpos eran iguales. No distinguía cualidades tan especiales entre un cuerpo y otro.
   La verdad yo no observaba mi cuerpo ni el cuerpo de otras personas tampoco.

   A veces algún amigo piropeaba mis piernas y yo no entendía mucho qué diferencia notaban los hombres y las mujeres, entre unas piernas y otras.

   Lo que sí me encantaban, eran los rostros bellos, los cabellos, las manos, los ojos, la sonrisa, la voz de una persona, pero el cuerpo, no era de importancia.
   A menos que fuera el “Jorobado de Notre Dame”.

   ¡Además cubría tanto mi cuerpo, que en plena playa, yo andaba con pantalones, bototos, bufanda y sweater!
   Siempre tuve vergüenza de mi busto tan desarrollado en proporción a mi cuerpo delgado. Caminaba con la cabeza agachada y me ponía chalecos hasta arriba, que me taparan el busto.
   Tenía terror que algún hombre, me tocara el cuerpo, yo diría, que hasta toda mi vida, tuve ese temor y rechazo.
   Mis pololeos eran de caricias o besos, piropos, miradas, tomarme de la mano, pero cuando pasaba de ahí, ya me desagradaba.

   Este problema ha ido disminuyendo, pero aún permanece en mí. Era un desprecio total al sexo.

   Además de todo lo anterior en gimnasia no podíamos practicar “el caballete” y muchos otros deportes por el enorme peso que tenia nuestro uniforme de gimnasia.

   ¿Quién podría darse una vuelta en el caballete? Con riesgo de caerse y sacarse la mugre.

   Yo adoraba todo lo relacionado al deporte y estaba muy frustrada de no poder practicarlo por ese uniforme tan pesado.

   ¡Creo, que aquí quedó enterrado mi amor por el Deporte!

   Bueno la pobre MADRE ANITA, enseñó lo que le enseñaron.

1 comentario:

  1. hola,
    encuentro terrible que ayas tenido que pasar por eso.
    ¡Que horror!
    personalmente me gusto el capitulo pero solo para tomarlo como un aviso y si vez que tus hijos reciben ese tipo de enseñanza en el colegio,
    ¡cambiarlos de colegio!

    saludos , me gusta mucho este blog

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