1950, 10 años
Seguí los concejos de mi amiga Ximena, de dedicarme con todo mi empeño a nivelarme. “Mirar solo la meta final”, sin importarme nada mis compañeras. En los ratos de soledad me dedicaba a estudiar todo lo que la madre Sotomayor en el Colegio me enseñaba, y Ximena en su casa, me continuaba enseñando, aprovechando cualquier momento libre para estudiar sin parar.
La madre Sotomayor, todas las tardes, me enseñaba de 4 a ¼5, “Castellano y Matemáticas” y hasta “Labores”.
Era una verdadera “MAESTRA”, se tomó mi “nivelación” como un reto personal, incluso un día que faltó a clases por enfermedad; a mi igual me hizo la clase en el colegio en forma particular. Estricta, exigente, muy pedagógica, muy estimulante, le encantaba enseñar.
Y como Ximena, también me ayudaba todos los días de 6 a ¼ 7 tarde, fui avanzando rápido. Incluso Ximena, me hacía clases los sábados y domingos.
Un día Madre Sotomayor, me dijo: “Te felicito, creo que te pondrás al día, antes de lo esperado”.
“Eres una alumna muy empeñosa estoy orgullosa de ti”.
Y como se daba cuenta de las burlas de mis compañeras y mi soledad. Me agregó: “No hagas caso a tus compañeras, verás que pronto, no tendrán motivo para reírse, no les hagas caso”.
Pasó un mes y yo estaba completamente al día en Castellano y Matemáticas, solo Labores, me costaba más, pero iba progresando.
Me esforcé tan bárbaramente, que mis notas, empezaron a subir y ya me sentía más contenta.
Era la MADRE, una Maestra de vocación, no paró hasta que no quedó satisfecha con su apoyo.
Luego, al mes, cuando estuve lista, se acabaron las clases extras y el apoyo en clases, y comenzó a tratarme y exigirme igual que a las demás.
Me exigía tanto en Castellano, que a fin de año, terminé con un 6 en Castellano y un 7 en Matemáticas.
Lo más lento, fue Labores, porque definitivamente esa clase me costaba y no me gustaba tanto.
Yo estaba tan agradecida de su apoyo que le llevé de regalo unos chocolates, que me mandó mi mamá porque ella estaba de cumpleaños.
Pero ella, era muy especial, no le gustaba que las alumnas le hicieran regalos ni que le agradecieran nada. Se enojaba si uno le llevaba regalo o le diera las gracias.
Yo no sabía nada de eso. Así es que cuando le entregué los chocolates, le dije que se los enviaba mi mamá como agradecimiento de sus clases, me dijo:
“Por ser que eres alumna nueva, te lo acepto, pero dile a tu mamá, que no acepto regalos ni agradecimientos, solo DIOS ve, y eso es lo que importa, agradar a Dios y no buscar el agradecimiento de la gente”.
Poco a poco la fui conociendo a ella.
Una vez, en el exámen final de Labores, yo no había alcanzado a terminar el mantel. Venia una comisión examinadora del liceo nº1 y todas las niñas traían sus labores envuelta en un papel celofán con una cinta. Pero yo no encontré mi labor el día anterior.
No estaba, no hallaba qué hacer, si la madre Sotomayor sabe que se me perdió, “¡Me, mato!”
Además, me quedaba solo un día para trabajar y me faltaba bastante.
¿Qué podía hacer?, ¿no presentarme al examen? ¡Me moría de vergüenza de decirle a la madre, que perdí mi labor! ¡Se había desaparecido!”.
Entonces mi hermana, me dijo: “Si no vas al EXAMEN, ahí sí que se va a enojar contigo la Madre, es mejor que hables con ella y le digas la verdad”.
Así, lo hice, y cuando ya íbamos a entrar al EXAMEN, me acerqué a la Madre, le conté lo que me había pasado y le pregunté qué hacer.
Ella solo respondió: “entren, que están llamando, la comisión examinadora, ya llegó”, y no me hizo ningún cometario.
Yo entré aterrada y vi que había un montón de paquetes envueltos en celofán en una mesa y comenzaron a llamar por apellido.
La alumna se acercaba, la Madre le pasaba el paquete y se lo mostraban a la Comisión, luego le miraban el trabajo, le decían algún comentario, le ponían la nota y la alumna volvía a su puesto.
Así, pasaron de una en una. Yo creía que me iba a desmayar de vergüenza, cuando dijeron mi nombre, me paré y la Madre me pasó un paquete, yo fui donde la comisión, y ¡Ahí, estaba mi Labor, completamente terminada!
La comisión lo examinó y me pusieron un 6.
Yo volví a mi puesto, miré a la Madre y ella se volvió a buscar el siguiente paquete y no me miró.
Luego supe, por la Madre de Castellano de la Alicia, que la Madre Sotomayor, se había pasado toda la noche bordando. Y jamás me dejó agradecerle nada, se molestaba y hasta se ponía furiosa y se iba.
Un día en 5º básico, una compañera insistió en hacerle un regalo y me pidió que la acompañara. Yo le expliqué que a la MADRE no le gustaban los regalos, pero ella insistió que la acompañara. La Madre iba muy apurada, como siempre, mi compañera la detuvo para pasarle el regalo; ella vino y le tiró el regalo por la cabeza.
Así era ella, terrible exigente en el estudio, pero tenía esos gestos de “Silencioso Amor”, como lo que hizo de terminar mi Labor, sin dormir toda la noche.
Yo nunca olvidaré a MADRE SOTOMAYOR, sus enseñanzas que he recordado toda mi vida: La Gramática, preposiciones, conjunciones, tablas, todo grabado a cincel, para el resto de mi vida. Tengo 69 años y todavía recuerdo las preposiciones a, ante, bajo… Como tampoco he olvidado sus “kermeses”, de la “Pesca Milagrosa” donde una siempre, tenía un regalito hecho por sus manos, en el anzuelo. Claro que ella estaba escondida.
“Amor así, valía la pena, por mil sufrimientos que yo tuve en ese colegio”.
“El amor verdadero, siempre deja una huella imborrable”.
Porque yo con el tiempo he ido olvidado los sufrimientos que tuve en ese Colegio, pero, “Este amor, nunca lo olvidé”.
Y cuando en la vida, me he decepcionado del amor de alguna persona, siempre me conforta recordar aquel inmenso amor y siento “Pero hubo alguien que si me quiso de verdad, sin pedirme nada a cambio”.
Soy testigo que ese amor, vino de Dios, a mi vida y continúa viniendo, cada vez que lo llamo y necesito, envía estos “Ángeles” en mi auxilio.
Gracias SEÑOR por este ángel: MADRE SOTOMAYOR que enviaste a mi vida
“El amor verdadero, siempre deja una huella imborrable” Esta frase es tan certera que no deja mucho espacio a explicaciones ni comentarios. Es muy difícil medir la importancia del amor incondicional en el desarrollo y educación de todo niño o niña. El amor incondicional y el ejemplo son lo fundamental a la hora de criar y educar. Esta simple lección es tan valiosa que me limitaré a recalcarla para que no pierda sentido entre tanta palabra.
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